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Trump y México

SERGIO AGUAYO

A la memoria del gran

Rodolfo Stavenhagen

La victoria de Donald Trump acelerará una revisión de la relación bilateral. El gobierno mexicano ya no podrá seguir con sus negaciones y ocurrencias. Tenemos que adecuar la relación a una realidad construida durante los últimos 30 años.

En diciembre de 1993 fue ejecutado en un tejado de Medellín, Colombia, el narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria y a partir de ahí se generaron las condiciones para el auge de los cárteles mexicanos; en el primer minuto de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y las relaciones iniciaron una acelerada metamorfosis. En el tiempo transcurrido desde entonces ha crecido, en porcentajes que oscilan entre 300 y 500 por ciento, el tránsito legal e ilegal de productos manufacturados y narcóticos, de personas y armas, de dinero e inversiones. Esos cambios afectaron a millones de personas en ambos países.

Trump entendió lo que pasaba y elaboró una explicación falaz, pero tan eficiente que lo ha llevado a la Casa Blanca. En su lectura la raíz de los problemas está en el libre comercio y en la llegada masiva de mexicanos, musulmanes o cualquier inmigrante. Prometió soluciones atractivas por facilonas: renegociar o derogar el TLCAN y construir un muro "alto", "grande" y "maravilloso" para protegerse de las hordas mexicanas.

Su mensaje impactó tanto porque ni Hillary Clinton ni Enrique Peña Nieto señalaron con energía sus errores; casi nunca se dijo que los mexicanos también estamos pagando las consecuencias de la vecindad. El poder del crimen organizado viene de las ganancias obtenidas en la venta de drogas a los Estados Unidos y de las armas suministradas por los mercaderes de la muerte estadounidenses. Con sus titubeos e inconsistencias el ejecutivo mexicano dejó pasar la oportunidad de meter en el debate electoral el tema de la corresponsabilidad.

Resultó insuficiente que Hillary y los demócratas recibieran un alto porcentaje del voto latino. Aun así, la diáspora mexicana sale mejor organizada y fortalecida. Lista para las batallas por venir entre dos visiones encontradas de sociedad y de sus relaciones con el exterior. A los mexicanos nos corresponde asimilar que no podemos subrogar en el Congreso o en la diáspora mexicana la defensa de nuestros intereses. Además de las relaciones formales, debemos establecer alianzas con los latinos y los demócratas para contener a Trump. Recordemos que José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado establecieron, durante las guerras centroamericanas, acuerdos con los demócratas para frenar la agresividad de Ronald Reagan.

La renovación tiene que reconocer que en los últimos 30 años se ha ido construyendo un denso capital social binacional positivo y negativo. Esto quiere decir que hay varias políticas exteriores. Además de la gubernamental tienen presencia constante en aquel país el crimen organizado y los empresarios, los sindicatos y los profesores, los gobiernos de algunos estados y los clubes de paisanos.

Son actores que imponen límites, pero también proporcionan las bases para un cambio que debe ser propuesto y encabezado por México. La tarea más urgente es confrontar el antimexicanismo que se enmarca en el rechazo a los diferentes; un fenómeno bien descrito en Hate Rising, un excelente documental de Catherine Tambini y Jorge Ramos (versión doblada al español disponible en: https://goo.gl/JbvLCl). Sería contraproducente seguir con los silencios o las simplificaciones que ignoran la corresponsabilidad de los gobiernos y las sociedades de México y los Estados Unidos en la creación y la resolución de problemas. Hay damnificados en los dos países. Así como el TLCAN sí influyó en el desempleo en algunas partes de los Estados Unidos, la violencia criminal tiene afluentes que nacen en Norteamérica.

¿Tendrá el peñanietismo la claridad, el interés y el personal capaz de empujar la puesta al día de la relación? ¿Le servirá de algo las deferencias que le tuvieron a Trump cuando visitó México? Independientemente de lo que hagan y dejen de hacer en Los Pinos y en la Cancillería, es una tarea que también atañe a las sociedades, sobre todo a las que tienen contrapartes en los Estados Unidos. Ya ganó Trump; sigue defender México y a los mexicanos.

Comentarios: FB: Sergio Aguayo Quezada;

Twitter: @sergioaguayo

Colaboró Zyanya Valeria

Hernández Almaguer.

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