(Primera parte)
Sólo bastaron dos composiciones: SENTENCIA y CONOZCO A LOS DOS para traspasar el umbral de la fama de la inmortalidad; así les ha sucedido a muchos compositores, cantantes, cantautores, poetas, escritores, filósofos.
Así le sucedió a Niko Jiménez, originario del estado de Jalisco y avecindado por muchos años en Nueva Rosita, Coah., quien con ESPINITA, AURORA y NOBLEZA, alcanzó el pináculo de la gloria; así le sucedió a Wicho Cisneros, gómezpalatino, quien con GEMA pasó a formar parte de los inmortales, de los inolvidables; a Humberto Galindo, originario de Zaragoza, Coah, quien con SE VENDE UN CABALLO y PRIMERA, SEGUNDA Y TERCERA pasa al grupo de los compositores coahuilenses, y qué decir del Dr. Carlos A. González, regiomontano, autor de OJOS CAFÉ, tan bien interpretada por LOS DANDYS, quien aún disfruta de la fama y el reconocimiento de sus coterráneos de este gran éxito y de los románticos en general.
Así como Armando Villarreal Lozano, originario del estado de Nuevo León, radicado en M. Múzquiz durante varios años y es ahí donde, se dice, compuso su más conocido éxito: MORENITA MIA, y para finalizar con otro ejemplo, así le sucedió a Laura Esquivel, quien COMO AGUA PARA CHOCOLATE logra un best seller que fue llevado a la pantalla.
Para hacer honor a la verdad, Coahuila no se encuentra dentro de los estados que sea cuna de muchos compositores, sin embargo con uno, con dos, con tres que hayan destacado en el ámbito nacional e internacional, es más que suficiente, y qué mejor que en esta ocasión recordemos a uno de ellos, a un nigropetense que no requirió pagar con su muerte el costo de la gloria, de la fama, sino que en vida cosechó el reconocimiento a su legado como compositor, como interprete, como poeta.
PABLO VALDÉS HERNÁNDEZ nació en Piedras Negras el 1 de febrero de 1913, siendo el primogénito del Lic. Pablo Valdés Espinosa y la señora Ma. de Jesús Hernández, a quien sucedieron sus hermanos César Augusto, Carlos, Mario, Federico, Alberto, Virgilio, Gloria, María de Jesús, Eva y Consuelo. A temprana edad y por razones de trabajo de su padre, la Familia Valdés Hernández se va a radicar a Saltillo, en donde el pequeño Pablo cursa la primaria y secundaria, y ya en los años de preparatoria en el Ateneo Fuente, el joven nigropetense interpreta en veladas y serenatas sus composiciones, además de otras que en su momento se encontraban en boga.
Finalizando su bachillerato, se traslada a San Luis Potosí para continuar la carrera de Jurisprudencia, más por complacer a su padre que por convicción propia; fue en esa bella ciudad potosina en donde se le presenta la oportunidad de actuar ante un público en el famoso Teatro de la Paz, participando en un concurso de aficionados al que Agustín Lara convocó, ofreciendo la cantidad de mil pesos a quien mejor lo imitara y fue precisamente Pablo quien obtuvo el triunfo. Dos años después de iniciar sus estudios de leyes, determina cual es su verdadera vocación: LA MÚSICA.
"Con la recomendación de Agustín Lara, nos dice Jaime Torres Mendoza en HOMENAJE A PABLO VALDÉS HERNÁNDEZ, en COAHUILA EN LA CULTURA, se fue a la Ciudad de México. Su vida dio entonces un giro total. El ambiente, la bohemia era alegre y franca. Existía un grupo informal en el que figuraban compositores, letristas, pintores, periodistas y amigos de la farándula. Se reunían en restaurantes como el Café Fornos, La casa del guajolote, Café Tacuba y El gourmet. De aquellas reuniones, salieron valores que dieron lauros a la música popular a México. Los centros nocturnos, los teatros y la radio imponían en la gran urbe un ritmo vertiginoso compartido por los artistas y por el público de aquel tiempo. Ya abundaban los salones de baile, verdaderos centros de desarrollo musical que daban empleo a un considerable número de ejecutantes para integrar orquestas, mismas que requerían de obras para enriquecer la vida nocturna de la gran ciudad. Los más famosos fueron Salón México, La playa, El yate, La floresta de Tacubaya y otros más".
