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Una mujer indígena para presidenta

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

Las siempre admirables habilidades literarias del subcomandante insurgente Marcos, quien en esta etapa se actualiza como SupGaleano, se despliegan una vez más para hacer saltar la liebre donde menos se le espera. El jueves pasado, 20 de octubre, da a conocer el comunicado titulado: "Preguntas sin respuestas, respuestas sin preguntas, concejos y consejos. (notas tomadas del cuaderno de apuntes del Gato-Perro)".

El punto central de este documento es el anuncio de la candidatura simbólica a la presidencia de México de una mujer indígena. Van adelante algunas consideraciones a propósito:

Uno. Parece una puntada más, pero es una propuesta que abre horizontes. El Movimiento Zapatista del 1994 logró poner en la agenda nacional a los indígenas, los pueblos originarios son vistos México de otra manera desde entonces. Si las condiciones económicas, políticas, sociales en general no cambiaron para ellos, fue por la incapacidad de los partidos políticos de lograr los consensos necesarios para hacer ley los acuerdos de San Andrés, fruto de las negociaciones del Ejército Zapatista y el Gobierno Federal en 1996.

Dos. Es un respiro al agotamiento de la democracia representativa. Cada vez parece más claro que independientemente del grupo en el poder, los resultados serán siempre nefastos. El problema es el acuerdo que configura el Estado, no el grupo que llegue al poder. En una cláusula del comunicado que casi pasa desapercibida, se dice que: "un concejo (con "c") indígena, es decir, un colectivo y no un individuo, sea el responsable del ejecutivo federal…".

Tres. En el marco también del agotamiento de la izquierda. Ya hay quien sugiere que esta iniciativa tiene como único propósito restarle votos a Andrés Manuel, eterno candidato, que en 2018 una vez más contendrá por la presidencia. Las opiniones cubren todo el espectro: "el Peje" no es otra cosa sino una oposición domesticada, para hacer parecer plural un sistema que no suelta el poder. Hay quien dice que el "mesías tropical" tiene todo para vencer cualquier adversario, pero le falta también todo para vencerse a sí mismo. En todo caso, ni PRD, ni Morena han podido configurar opciones de una izquierda moderna para México, necesaria e indispensable para el desarrollo sano de una democracia liberal del siglo XXI.

Cuatro. Asume de frente la lucha contra la doble discriminación: el lugar de la mujer en la sociedad, el lugar de los indígenas en el acuerdo social que configura el país. Comenzamos a saberlo, el hashtag #MiPrimerAcoso ha logrado visibilizar, como nunca antes ninguna otra iniciativa, las graves condiciones de agresión, desventaja y violencia contra la mujer por el simple hecho de ser mujer.

Las estructuras simbólicas que coordinan el comportamiento de las personas en las sociedades occidentales terriblemente machistas se van lentamente desmontando. "El lugar de la mujer es la cocina", crecimos oyendo y romper esas simples afirmaciones ha costado aún vidas. Igual, el lugar "natural" de los indígenas son los cruceros de la ciudad para molestar al conductor pidiendo algunas monedas. Parece normal, la perversión se ha instalado completa. Una mujer indígena a la presidencia es casi un insulto al sentido común.

Esta reivindicación no es sólo material, es simbólica en su núcleo. En la arena hay quien mira el tema como una lucha por el empoderamiento, pero dejan la impresión que todo parece ser un juego de subjetividades, casi una caricatura de autoayuda. Otra vertiente interpreta que la afirmación de sí misma es el factor central, mantener una postura crítica a las estructuras existentes y un horizonte utópico para orientar el camino cotidiano, sin embargo la crítica aquí señala que esta propuesta genera un autoritarismo fundamentalista incompatible con cualquier propuesta de equidad.

Parece que no es cuestión de teorías fundamentalistas, ni absolutas. Feminazis les han llamado como para acentuar los extremos en los que parecen caer, trasnochados, el otro adjetivo favorito. Sería mucho más sencillo reconocer que las prácticas sociales están insertas siempre en el lenguaje, que tienen también siempre un contexto histórico y son siempre específicas. Que una mujer indígena sea candidata a la presidencia, así sea de manera simbólica, es pasar ya de la reivindicación al ejercicio de los derechos. La línea parece muy delgada, pero la diferencia es cualitativamente radical.

Twitter: salvador_sj

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Escrito en: SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

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