Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Me apena lo que está sucediendo en Coahuila, mi estado natal. El resultado de las investigaciones hechas por la Seido -Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada- y dadas a conocer por el Grupo Reforma muestra el grado de corrupción a que se ha llegado en la entidad. Esa viciosa situación no puede continuar. Urge un cambio radical que lleve a Coahuila por caminos nuevos y lo rescate de un régimen fincado en prácticas políticas inadmisibles ya. El llamado "moreirato" se ha convertido en un pesado lastre para el PRI y para la Presidencia de la República, que no deben permitir, y menos aún apoyar, su continuidad. La única posibilidad -difícil, por lo demás- que el partido tricolor tendría de ganar la elección del próximo año sería deslindándose absolutamente de ese régimen personalista y presentando un candidato que no sea el del actual gobernador, en cuyo beneficio se han volcado todos los recursos del estado, a pesar de lo cual esa precandidatura oficialista no ha prendido en el ánimo de los electores. Aun así, sea quien sea el candidato que proponga el PRI, y a pesar de la poderosa maquinaria electoral con que cuenta ese partido, no son muchos los que apuestan por un triunfo priista. Las claras evidencias de corrupción que se observan, añadidas a la irritante impunidad que priva, han exacerbado en tal medida a los coahuilenses que las probabilidades de un triunfo de la Oposición crecen cada día más. Coahuila no merece lo que le está pasando. Las evidentes realizaciones materiales que se llevaron a cabo en el gobierno de Humberto Moreira, y que elogié en su momento; los logros obtenidos por quien lo sucedió en el cargo, su hermano Rubén, que igualmente he reconocido, palidecen ante los graves señalamientos de la Seido, y llevan a pensar en la necesidad de un completo cambio de rumbo. Todo indica que ha llegado para Coahuila la hora de la alternancia. Los justos reclamos de los coahuilenses se manifestarán en las urnas el próximo año. El doctor Ken Hosanna le dijo a la enfermera: "Entiendo su temor a los contagios, señorita Florenciana, pero no está bien eso de lanzarles a los pacientes los supositorios desde la puerta del cuarto y con cerbatana". En la calle un hombrecito de corta estatura, escuchimizado, abordó a otro de estatura procerosa y musculatura atlética. Le dijo: "Señor mío: sé que anda usted tras de mi mujer. La llama por teléfono y le envía mensajes insinuantes. Sepa que si sigue cortejando a mi esposa." "¿Qué?" -preguntó el fortachón con voz amenazante irguiendo toda su estatura. Completó la frase el chaparrito, amenazante: "Se la voy a dejar". Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, fueron de vacaciones a una playa. En el bar del hotel las abordó un maduro galán de pantalón acinturado, saco de solapa ancha y zapatos de dos colores. Les dijo con untuoso acento: "Amables señoritas: ¿me permitirían invitarles una copa?". "Lo siento mucho, caballero -respondió por las dos la señorita Himenia-. No podemos aceptar la invitación de un desconocido. Necesitamos dos". La palabra "culero" es malsonante, pero la registra el Diccionario de la Academia, y si aparece en ese docto lexicón bien puede salir también aquí. Un borrachito se plantó en medio de la abarrotada cantina y proclamó a voz en cuello: "¡Todos los que están aquí son culeros!". Se levantó de su mesa un individuo y le propinó al deslenguado temulento una competente dosis de trompadas, mojicones, guantadas, bofetones, puñadas y tolondrones. Quedó el infeliz beodo derrengado en el suelo. Desde ahí dijo: "Bueno, me equivoqué nomás por uno". FIN.

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