Columnas la Laguna

PLAZA LAGUNERA

Los días faustos e infaustos de septiembre

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

Quinta y última parte

El mes de septiembre, en el historial de Gómez Palacio y por extensión de La Laguna, se significa por habernos deparado sucesos faustos e infaustos. Dolorosos y festivos días, recargados de penas, algunos...

Y de alegrías, otros; indelebles en el recuerdo de los laguneros.

En las anteriores entregas comentamos aspectos de: la llegada del ferrocarril a la región, las avenidas del Río Nazas y el inicio, en épocas pasadas, del año lectivo; de la bonanza que originaba la recolección del algodón con la consiguiente inmigración de piscadores; sobre los orígenes e historia de la Feria del Algodón, actualmente denominada de Torreón, y sobre el Grito de Independencia y las Romerías de Covadonga. Ahora, concluiremos nuestro objetivo refiriéndonos a la Explosión de Guayuleras y a otros temas de gran interés.

En el año de 1901, a instancias de don Juan F. Brittingham, se reúne un capital de un millón quinientos mil pesos que aportan las Sociedades: Financiera para la Industria en México, Central de Dinamita de Francia y la Cía. Industrial Jabonera de La Laguna, para dar nacimiento a una fábrica de nitroglicerina y dinamita. La planta se estableció en La Tinaja, un punto de la sierra de El Sarnoso, ubicado en terrenos de la hacienda de Noé -entonces pertenecientes al partido de Mapimí-, y para 1904, en pleno proceso de producción, llegó a ocupar 1,000 trabajadores.

La Compañía Nacional Mexicana de Dinamita y Explosivos, recibiría de la Industrial Jabonera, la glicerina, derivado de la semilla del algodón, necesaria para su proceso productivo. La nueva empresa contribuyó a que la ciudad de Gómez Palacio, declarada cabecera del naciente municipio -en 1905-, por decreto No. 60 del Congreso del Estado de Durango, muy pronto fuera conocida a nivel mundial, por la calidad de sus explosivos y de su algodón, que se cosechaba en gran escala.

El 23 de septiembre, fecha en que llegó el Ferrocarril Central en 1883, vuelve a hacerse presente en las efemérides de La Laguna, pero ahora en 1955, con un doloroso acontecimiento conocido como: la Explosión de Guayuleras.

Ese fatídico día, dos camiones cargados con cinco toneladas de dinamita, cada uno, procedentes de la citada fábrica de explosivos, se estacionaron entre las vías (Km. 1143) y la carretera que unen al estado de Chihuahua con Gómez Palacio, a la altura de donde ahora se ubican las instalaciones de Tyson. Los dos camiones habían llegado por la tarde y esperaban el anochecer para transitar por la ciudad, ya que estaba prohibido a ese tipo de carga, hacerlo durante el día.

A las 20:25 horas, caída la noche, los tripulantes de los dos camiones se dispusieron a seguir su camino rumbo a Gómez Palacio. Al intentar el cruce de las vías férreas, el que iba delante fue impactado por el tren pasajero número 20, conocido popularmente como "el Pollero", que en ese momento se disponía a arribar a la inmediata estación, procedente de Ciudad Juárez. No se ha podido precisar a la fecha: si el chofer del camión le quiso ganar el paso al tren; si no se percató de su presencia, por no llevar encendida su farola o no haber activado el silbato, o las dos cosas; y, hasta en última instancia, si no hubo impacto y sólo fue la trepidación que provoca esa gigantesca mole de hierro a velocidad o bien fueron las chispas que despedían las máquinas de vapor, la causa originadora de tan descomunal explosión.

En la crónica de "El Siglo", aparecida al día siguiente, el ileso Conductor del trágico tren, Manuel López González, entre otros comentarios, refiere que: El tren ya venía "domado", es decir, que corría despacio, por estar próxima la estación; que el maquinista (Carlos Saucedo, fallecido, al igual que el fogonero Cristóbal Carlos y los garroteros José Escárcega y Eligio Iracheta) hizo sonar el silbato, anunciando la presencia del convoy, y que, de súbito se produjo una tremenda explosión y segundos después otra, al tiempo que los coches -vagones- eran sacudidos por una fuerza extraordinaria. Hay una versión posterior, en el sentido de que el jefe de estación de Bermejillo anotó en su bitácora de ese día, que la máquina 2507 no proyectaba luz con su farola delantera.

La versión del Conductor, responsable, como su nombre lo indica de la conducción del convoy, (el maquinista, es sólo el operador), por ser el único sobreviviente de la tripulación, se antoja, a priori, hecha en defensa propia y de la empresa. Sí, además agregamos que, a pregunta del reportero, declara que: en los carros venían entre 40 y 50 pasajeros, no obstante que, entre muertos y heridos localizados en las primeras pesquisas, se contabilizaban por lo menos 120, nos quedamos igual. Como dijo el Monje Loco: "nadie sabe, nadie supo", ni se sabrá jamás.

Para no ahondar más en conjeturas y tristezas, que de esto último tenemos bastante, vamos a ceder a nuestros juglares con sus Corridos compuestos en caliente y publicados a más tardar a las 48 horas del suceso, la culminación de la crónica. Las tres primeras cuartetas son de la autoría de don Francisco Javier Zúñiga, torreonense, y la última de don Teodoro Montoya Marín, gomezpalatino:

La trepidencia (sic) o las chispas,

De rauda locomotora,

Hizo iluminar los cielos,

Como si fuera una aurora.

Todo voló en mil pedazos,

Ruedas, cabezas y brazos,

Y entre fierros retorcidos,

Quedaron muertos y heridos.

Lerdo, Gómez y Torreón,

Se estremecieron de espanto,

Con la terrible explosión,

Que dejó ahí un camposanto.

Una plegaria hacia el Cielo,

A los desaparecidos;

Salud, aliento y consuelo,

A los que quedan heridos.

No queremos irnos sin abordar los días 1 y 15 de septiembre -fechas de renovación de autoridades municipales y estatal-; cada tres años (con excepción de los actuales, de dos) y seis años, respectivamente. Momentos fundamentales y esperanzadores en la vida de los habitantes de los municipios del Estado de Durango, particularmente los laguneros: Gómez Palacio, Lerdo, Mapimí y Tlahualilo.

El día 1, inician materialmente las actividades de los ayuntamientos y florece la ilusión de ver levantarse a nuestra ciudad y su área rural, como en los viejos tiempos que abundaba el trabajo, con él, los productos de la tierra y la manufactura, que brindaban sustento, alegría y tranquilidad a sus habitantes. Igual sentimiento albergamos ahora que, desde el pasado día 15 de septiembre, se respira una atmósfera diferente en la geografía de Durango. Los buenos gobiernos los propiciamos los propios gobernados, apoyando con fuerza y determinación las mejores causas populares y oponiéndonos a lo que vaya en contra del progreso de Durango. La observación y el análisis de los acontecimientos nos aclararán el horizonte. Participemos, para no tener que andar buscando culpables el día de mañana.

Para finalizar esta larga reseña de acontecimientos que nos unen en las duras y en las maduras, recordemos que un 24 de septiembre de 1900, el arzobispo de Durango, Santiago Zubiría y Manzanera, expidió decreto mediante el cual elevaba a la categoría de Parroquia, a la capilla que desde entonces fue nuestro templo mayor y, que hoy, con la presencia del obispo José Fortunato Álvarez Valdez, se refrenda como Catedral de Santa María de Guadalupe, en la que oficia como cura párroco el Pbro. Lic. Julio Carrillo Gaucín.

Para estar en frecuencia con la Gran Superioridad, démosle gracias porque, no obstante, que nos atosigan las muy laguneras tolvaneras, los sorpresivos aguaceros torrenciales y un calor de la tiznada, todavía no nos aterrorizan los sismos, ni pensarlo, los tsunamis; aunque sí nos merodean los virus del dengue, chikungunya y zika, y alguna imprevista avenida del Padre Nazas, no le hace que se "desperdicie" el agua, ahora que están a reventar nuestras presas. Nos encontraremos hasta el domingo 13 de noviembre D.M. Agur.

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