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De faraones y profesionales

FEDERICO REYES HEROLES

Por la cabeza, así como los pescados. Las naciones muestran su descomposición primero por las cabezas. El segundo debate entre Clinton y Trump desnudó la profundidad de la crisis en la cultura política de la principal potencial del orbe.

El mismo país que hace ocho años eligió al primer presidente de origen afroamericano, la misma nación que ha sido señera en la construcción de los derechos del hombre, que libró una de las batallas más emblemáticas de la igualdad, la abolición de la esclavitud, con la misma estructura de gobierno en muchos sentidos paradigmática en el mundo, esa nación enseña síntomas de descomposición ética. ¿Qué está ocurriendo? La discusión sobre la ética de los gobernantes podría parecer inútil, por lo que estamos viendo no lo es.

¿Quiénes deben gobernar una nación? Platón y Aristóteles, cada quien a su manera, pensaban que los mejores, aquellos que encarnaran sentimientos de justicia, bondad, valentía. En el Renacimiento con Maquiavelo y Guicciardini a la cabeza, se observaban la capacidad interna de los individuos para dirimir los conflictos humanos. Los profesionales del poder, llevan siglos gestándose. En la idealización del gobernante se demanda su capacidad para explorar los rumbos de lo que conviene a una comunidad, discutirlos y en su caso ensayarlos de la mejor manera. La imagen de un guía es muy popular, el capitán de un buque también.

El grado de envilecimiento de la campaña es prueba de la pérdida de referentes éticos. No es el primer caso, Berlusconi, es un ejemplo obligado. Trump no paga impuestos y lo admite con toda desfachatez no sin antes señalar que la ley que lo ampara es creación de Clinton, para así beneficiar a sus amigos ricos. Trump nada tiene que ver con los principios de Benjamin Franklin para el hombre de negocios con ética. Pagar las deudas siempre a tiempo, mejor dicho Franklin recomienda desconfiar del que no las paga. Pero en los territorios de ella las donaciones muy generosas parecieran no tener fin, y claro, cabe la pregunta, a cambio de qué.

La misoginia del señor Trump, el desprecio por las mujeres que, en su versión, le permiten de todo a los poderosos, le hizo pasar un par de minutos incómodo, pero nada grave. Además ya tenía como respuesta a un desfile de mujeres quejándose de acoso ahora del señor Clinton. En sondeos iniciales el desparpajo machista no parece haberle constado demasiado. Muchas de las respuestas de los ciudadanos fueron por el mismo camino, no hay diferencia. Los principios son desplazados por un relajamiento relativista, da lo mismo. En las discusiones posteriores hubo preocupación pero también risas sobre las veleidades de unos y otros. Acaso son ellos los políticos a los que deben admirar los ciudadanos, los jóvenes. ¿Son ellos, acaso, los guías para poderse enfrentar con el enfermo líder norcoreano o el demente presidente filipino?

Y sin embargo con todos los escándalos de Bill y el descuidado manejo de los correos de Hillary, no son lo mismo. Los comentarios abiertamente racistas por parte de Trump, xenófobos, sus dichos persecutorios cargados de odio, son una vergüenza para una nación donde las libertades básicas del ser humano son sagradas. Fueron esas libertades las que llevaron a los Estados Unidos a enfrentar al Eje en la Segunda Guerra Mundial, quizá el momento de la mayor amenaza que ha vivido la humanidad. Con todas las complicaciones personales de presidentes como Franklin D. Roosevelt o de John Kennedy, pero siempre había un respeto y cuidado mínimo de las apariencias del guía que campea en el imaginario colectivo. Cómo construir ese figura cuando el señor Trump admite horondo que no puede contenerse frente a una mujer guapa, por él definida, y querer llevarse a la cama a las casadas.

Estamos ante un patán apoyado por un gran número de estadounidenses que no ven problema en que ocupe la Oficina Oval. No es una cuestión de vulgaridad, es mucho más grave. Trump parte del supuesto normativo aplicable a cualquier persona. Por principio, está permitido todo lo que no está prohibido. Aunque meterse con la esposa de alguien sí puede tener consecuencias jurídicas. Pero al gobernante se le aplica el principio inverso: sólo le está permitido lo que la ley establece. Ese es el razonamiento escondido en la amenaza de enviar a prisión a Hillary Clinton dando instrucciones a un procurador especial, como si fuera uno de sus empleados, sin que le preocupe demasiado señalar los potenciales delitos cometidos. El Faraón Trump se mira desde la Casa Blanca perdonando vidas, sentenciando, construyendo muros, hundiendo naciones, pisoteando pueblos, pues piensa que todo le está permitido. Sus seguidores no quieren un profesional, persiguen una ilusión faraónica.

Hay diferencias abismales, Clinton es una profesional. Aun así la pequeñez moral está de moda.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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