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La trampa

FEDERICO REYES HEROLES

A la memoria de Luis González de Alba, su simple existencia amplió este mundo.

Me retira la mirada, la deposita en la tasa de café. Sabe que entramos a un territorio delicado. Es que las cosas allá afuera están más duras de lo que ustedes creen. El ustedes es significativo, se refiere a los civiles, a la sociedad en general, a los que no somos militares. Le cuento, me dice.

Nos dan aviso de un operativo en Tamaulipas, los vemos pasar, eran dos vehículos, una camioneta grande y otro mediano, raro en estas circunstancias. Les damos alcance, nosotros traíamos tres unidades, dos artilladas. Empieza la balacera, pero a esa velocidad, pues es difícil acertar el tiro. De pronto, en una bifurcación, el coche mediano se desvía a la izquierda y la camioneta grande se sigue derecho. Yo iba de copiloto en la tercera unidad. Decidimos irnos tras el coche. Nuestros compañeros, las dos unidades de enfrente, se fueron tras la camioneta. Al entrar a la terracería su vehículo empezó a pegar y derraparse, con nuestra unidad les llevábamos ventaja.

Empezaron a disparar a lo loco, a través del parabrisas trasero, eran armas largas, potentes. De repente se salieron del camino y el coche se detuvo con un golpe. Siguieron disparándonos sin tregua. Respondimos, por supuesto pudimos más. Los matamos, cuando nos acercamos a verlos eran tres chamacos. Me dio coraje y horror. Hubieran podido ser mis hijos. En esas estábamos cuando a lo lejos vimos venir una pick-up, venía recio. Era un paraje muy solitario, qué buscaban. Cuando se acercaron nosotros nos pertrechamos, empezaron a gritar, prensa, prensa. Fue una celada, les habían avisado media hora antes, por eso pudieron llegar. Caímos redondo. Los chamacos sabían que iban al matadero. Así es muy difícil no equivocarse.

En ese momento levantó la mirada, como calando si su relato me había llegado. Guardé silencio. Continuó. Cuando agarran a uno de los nuestros, los castran y les enseñan sus bolas para que las vean, después los dejan desangrarse o les mochan los dedos o las orejas para mandarles fotos a los familiares. A muchos les sacan los ojos uno por uno, los levantan y los ponen a caminar ciegos, los empujan, los vejan, los patean y después de un rato les dan el tiro de gracia. Me miró fijamente, de todo nos enteramos. Me preguntó sin esperar respuesta, cómo quiere usted que la tropa no se en... Son nuestros compañeros, amigos, conocidos de nuestras familias. Nuestros hijos juegan juntos. Imagínese que le ocurriera a un conocido suyo. Yo no tengo palabras.

Tenemos instrucciones de no contarle a nadie, ni a nuestras familias. Pero con el silencio basta y sobra para que se piense lo peor. Pero los deudos sí hablan, ven los cadáveres y quedan horrorizados. Por eso le digo que los derechos humanos son inhumanos, lo humano es vengarse, llevar ese sentimiento. Cruzamos miradas, guardé silencio, estaba allí para escuchar. Él ya conoce mi posición. Y claro los mandos no pueden hacer públicos estos horrores, amedrentarían a la tropa. Nada más de imaginar un final así dan ganas de salirse del Ejército. Pero todos lo sabemos. No hay pensión suficiente. Cada vez que salgo mi vieja me mira como si fuera la última vez, creo que le preocupa más cómo me van a matar que la muerte misma. De ésa hablamos desde que nos casamos. Esta es mi vocación, soy militar de hueso y no me arrepiento, pero sí le digo, estamos en una gran trampa.

Por qué, le dije como muletilla para continuar la conversación. Ya ni siquiera da sorbos a su café. Mire, me dice, si contamos lo que sabemos, si contamos lo que nos hacen, nada más para que la gente esté enterada, nos ponemos la soga al cuello. Todo mundo va a decir que torturamos, que matamos por venganza. Y por supuesto que no es así, estamos entrenados. Somos hombres de armas, profesionales. Pero le mentiría si le dijera que no hay odio en contra de estos hijos de su... ocurren cosas. La otra posibilidad, no contarles nada a ustedes (los civiles), también es un engaño. Por eso la trampa, si contamos en automático van esperar de nosotros atrocidades. Hay motivos humanos. Pero si no contamos no se entiende lo que estamos viviendo.

Ellos juegan con la vida, ya le conté lo de los chamacos. Para ellos la vida no tiene mucho sentido, saben que pueden caer en cualquier momento y eso les cambia la perspectiva. No viven al día, viven al minuto. En cambio nosotros queremos retirarnos, pensamos en nuestras familias, en los ascensos, en nuestras pensiones, en algún día vivir en paz.

Sí, me dice con ánimo de final, a veces perdemos el control y no es debido. Pero qué hacemos, cómo nos salimos de la trampa. Guardé silencio y fui yo el que bajó la mirada. Juzgar es fácil, entender...

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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