Los vecinos tuvieron que unir fuerzas para comenzar la reconstrucción de sus hogares.
"Al ver la casa inundada totalmente, salimos, mi mamá, mi hermana, mi sobrino y yo nos agarramos de la ventana, pero mi mamá no tuvo la fuerza para seguir agarrada de la protección, por eso se soltó y el agua los arrastró y se los llevó. Yo ya no la alcancé. Ella sabe que yo la quise agarrar y ya no pude…".
La descripción de los hechos es pausada. Se va dando en partes, conforme la memoria y la tristeza permiten recordar cada etapa de la pesadilla. El llanto y el dolor no los deja explicar cómo es que esa noche la llamada "Tormenta Perfecta" no solo destruyó su casa, sino también a su familia.
Han sido horas de no dormir. Entre salvarse, buscar desesperadamente a sus familiares, identificar sus cuerpos, velarlos y sepultarlos, para después volver a casa y darse cuenta que no hay chanza de llorar a sus difuntos: urge limpiar y recuperar lo que se pueda.
Rocío Rubio Chávez acumula fuerza para poder hilar palabras, sin saber cómo o de dónde. Y no es para menos. Acaban de regresar de las honras de su mamá, hermana y sobrino, sabiendo que también ella o sus hijos pudieron haber corrido la misma suerte esa noche.
Se salvaron de milagro. Bueno, más bien gracias al abuelo de estos, el padre de ella quien es su héroe, que los retuvo con su cuerpo y su fuerza contra la puerta de reja que protege la casa amarilla marcada con el 105 de la calle Artículos, en la colonia Santa María.
Fue de la forma que se salvaron. Pero don Javier no podía salvarlos a todos, era y fue imposible.
Por ello, Rocío sabe que necesita la fuerza para poder apoyar a su padre, Francisco Javier Rubio, de oficio carpintero, quien a causa del agua perdió a su esposa, Teresa Chávez Hernández; a su hija, Laura Beatriz Rubio Chávez, y a su nieto Ulises Sebastián Rodríguez Rubio.
