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Algunas pedradas

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

En esta época, algunos parecen hacer de la desvergüenza y el descaro una virtud. No les importa trastocar la historia: ahora es la prostituta, y no Jesús, la que advierte sobre el lanzamiento de piedras. Son los corruptos los que pretenden hacernos creer que la corrupción es algo cultural y que, por tanto, todos estamos contagiados de ese mal.

Su perversión es tal que, encima de robarse nuestro dinero, también quieren hurtar nuestra calidad moral bajo la lógica torcida del: "si ustedes también son corruptos, ya que nosotros así lo decimos, entonces ya no nos pueden acusar porque sólo el que esté libre de pecado…". Pero hay más todavía.

Los corruptos pretenden, sobre todo, despojarnos de la esperanza. En el fondo, lo que más anhelan, es quitarnos la ilusión de que este país algún día pueda tener gobernantes honestos y comprometidos con la ciudadanía y su prosperidad. Quieren convencernos de la imposibilidad de que México sea dirigido por personas decentes, que antepongan el bienestar general a sus propios intereses.

De ese tamaño es la podredumbre de quienes nos gobiernan y de aquellos que hacen negocios con ellos, esos a los que se les adjudican las obras pese a que su precio esté muy por encima de su valor real; esos a los que se les condonan impuestos a carretonadas; esos que prestan sus nombres para instalar empresas fantasma, cuyo único propósito es facilitar el despojo de los bienes públicos.

Son ellos los corruptos, no nosotros. Sin duda la difícil situación económica en la que nos han metido décadas de saqueo impune de la riqueza nacional, nos hace proclives a los mexicanos a tomar lo que no nos pertenece. Pero la mayoría no lo hacemos. Todavía somos más los que no hemos entrado en el sucio juego de la corrupción y que no pensamos hacerlo porque reconocemos las consecuencias negativas que ese cáncer trae para la nación y para nosotros mismos.

Pese a sus argucias, nuestra calidad moral y nuestra dignidad, pero sobre todo nuestras esperanzas, siguen intactas.

Señor Peña, por aquí le esperan algunas pedradas.

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