(Primera de dos partes)
Cuando hablamos de envejecimiento, damos por hecho que todo nuestro cuerpo lo hace al mismo ritmo y no es así. La vejez llegara en tres etapas, diríamos tres formas de vida: primero la vejez física, luego la intelectual y al final, la vejez espiritual.
En la década de los 20, somos buenos para el trabajo físico, para el deporte, pero pasado ese tiempo, (alguien dirá "ese jugador ya se hizo viejo, es tiempo del retiro") se presenta la vejez física, el intelecto y la experiencia determinan las grandes decisiones, ejemplo de esto es el consejo de cardenales que, presidida por el Papa, gobiernan la iglesia católica, o como en la antigüedad el Sanedrín de Israel y el senado romano, establecían una verdadera gerontocracia.
Cada cosa a su tiempo. Es verdad que decir anciano es sinónimo de sabio, pero también es verdad que ni el anciano ni el sabio sirven para levantar la cosecha, cargar un bulto de cemento o construir una casa; el viejo ya no sirve para eso, pero sirve para otras labores no menos importantes.
Morimos una sola vez, pero nacemos tres veces: a la vida física, a la vida intelectual y a la vida espiritual. A la plenitud de la vida física llegamos aproximadamente a los 25 años, bien lo saben los deportistas cuando en esa temporada logran sus mejores marcas; lo que de joven no se logra, es inútil quererlo alcanzar en la madurez.
Cuando declina el físico, el intelecto sigue en ascenso hasta los 60 o más y el ascenso será vigoroso mientras sigamos abiertos a lo nuevo, al cambio. Mucho ayudan los ejercicios mentales, resolviendo un problema, aprendiendo un idioma, haciendo algo nuevo; eso es gimnasia mental que enriquece el intelecto. No importa que decline el músculo, eso es parte de la vida física; pero sin afectar la juventud intelectual y se afectará en la medida que nos preocupe "sentirnos viejos" como cuando angustiados decimos "sí, sí, pero he perdido mucha energía, ya no soy como antes, ya necesito lentes, olvido muchas cosas". Si nos empeñamos en ser viejos y pesimistas sin duda acabaremos envejeciendo de verdad. Nuestro deber es hacer lo opuesto, repetirnos hasta el cansancio que la vejez intelectual llegará, sólo si la invitamos a pasar.
Pongo a la consideración, amigo lector, algunos argumentos científicamente probados: La velocidad de conducción nerviosa se mantiene intacta en el curso de los años, a los 75 perdura tan eficaz como en los primeros tiempos; te preguntarás ¿mi cabeza funciona con la misma claridad que antes? y lo más probable es que sí, estando sano y sin la influencia malsana del calendario, llegarás a la certeza de que tu cabeza funciona tan bien como antes.
El cerebro está construido para durar y resistir a pesar de lo delicado y fino de su trabajo, es un órgano privilegiado, ¿qué pasa cuando nos llega la miseria y vivimos con hambre? Todos los órganos pierden peso, menos el cerebro; primero se agotan las reservas de grasa, luego el músculo, después el hígado y los riñones, el cerebro resiste hasta el final; tan resistente que no se renueva, es el mismo desde el principio. De tal forma que toda nuestra biografía está escrita y el viejo la recuerda con precisión matemática.
A pesar de todo, cuando hablamos de los años, por obra y gracia de los malos entendidos nos sentimos viejos, seámoslo o no y esto se debe a que relacionamos claudicación física, innegable con claudicación intelectual que puede no existir.
A la edad de 60 o más, sin duda declina el físico, no puedes izar las velas ni trepar al mástil, pero si mantenerte firme en el puente, para dirigir la nave; cada cosa en su momento, en la etapa intelectual no detener la marcha y poner la experiencia al servicio de los que nos rodean. En otra entrega platicaremos sobre la tercera etapa: la vida espiritual.
*Traumatólogo. Profesor de Ortopedia en la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C
La próxima semana el Dr. Evaristo Gómez Rivera continuará con el mismo tema.
