El 29 de septiembre
No se puede pasar desapercibida una fecha, la del 29 de septiembre, porque es la del nacimiento, en 1547, del más grande narrador de la lengua española, si no es que de la literatura universal, Miguel de Cervantes Saavedra, creador del más famoso personaje de las letras de ficción.
Quizá algún lector recuerde a Dmitri Karamázov, a Raskólnikov, al Príncipe de Dinamarca, a Kaspar y Joachim en la montaña mágica, a Pedro Páramo y a José Trigo, a Stephen Dedalus y Leopold Bloom y a los entrañables Pável Vlásov y Pelagueia Vlásova y hasta a Emma Bovary y Anna Karénina; no olvido mencionar a Victoria la de Guadalajara, mujer avasallante como la Victoria de Samotracia; pero sin duda tal lector recuerda o tiene presente con más facilidad a don Quijote.
A don Quijote lo conocemos aunque nuestra vista jamás haya surcado las líneas del famosísimo libro de Cervantes porque gracias al inmenso y maravilloso arte de este escritor, la presencia del Caballero de la Triste Figura es una imagen, una referencia, un icono constante y fácil de decodificar aunque nuestra vida suceda alejada de la literatura.
Y eso se debe a que es grandioso lo que Miguel de Cervantes Saavedra aporta a nuestra vida a través de su máximo personaje aunque lo mínimo que él, Cervantes, pretenda, sea divertirnos, entretenernos, a-le-grar-nos. Sin embargo, el Quijote es más que el gozo de la risa porque es las profundidades del alma, las debilidades del cuerpo, las potencias de la conciencia, las maravillas de la imaginación, la prolongación de los sentidos y, en fin, es la dialéctica humana, la dialéctica de la razón y la intuición.
Es tanta la bonhomía del creador de don Quijote que su voluntad se concentra en darnos mediante su paladín y quienes en su derredor se mueven alegría, risa, diversión, entretenimiento. En varios párrafos de su genial obra nos lo revela sirviéndose de los narradores y de los demás personajes.
El Canónigo, quien sabe mucho de novelas de caballerías, pide que las “fabulas mentirosas [las obras de narrativa] admiren, suspendan, alborocen y entretengan de modo que anden a un mismo paso la admiración y la alegría […]” Con esas palabras expresa el pensamiento humanista de su creador.
Pero desde las primerísimas páginas de su gran obra, Cervantes da a conocer su intención eutrapélica a través de un supuesto amigo que le da ideas para que redacte el prólogo. El ficticio amigo le recomienda: “Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente […]”
Luego, ya muy adelantada la novela, uno de los narradores anónimos exclama para destacar la cualidad de pasatiempo de la obra: “¡Oh autor celebérrimo [Cide Hamete Benengeli]! ¡Oh don Quijote dichoso! ¡Oh Dulcinea famosa! ¡Oh Sancho Panza gracioso! Todos juntos y cada uno de por sí viváis siglos infinitos, para gusto y general pasatiempo de los vivientes.”
Y, una última cita, cuando el Caballero de la Blanca Luna derrota a don Quijote y le ordena regresarse a su casa, don Antonio Moreno pide que no sane de su locura, “que nunca sane don Quijote, porque con su salud, no solamente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza su escudero, que cualquiera dellas puede volver a alegrar a la misma melancolía”.
Se pueden citar otros pasajes que como los anteriores expresan la voluntad de Cervantes de hacer reír, de entretener, de dar esparcimiento con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Es la voluntad de un espíritu humanista que ha decidido hacer de su arte un bálsamo hilarante para los habitantes del valle de lágrimas.
Por ese munífico amor de Miguel de Cervantes a la humanidad, expresado en su deseo de que se alegre, de que deje la melancolía y la tristeza, de que ría y ría y ría, por ello es que merece ser recordado este 29 de septiembre.
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