Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

“Tengo remordimientos -le confió Dulciflor a Rosibel. Anoche dejé que mi novio me pusiera la mano en la rodilla”. Dijo Rosibel: “Mis remordimientos están 40 centímetros más arriba”. Simpliciano, muchacho candoroso, le pidió con anheloso acento a Pirulina, muchacha sabidora: “¿Lo hacemos, Piru? ¿Eh? ¿Lo hacemos?”. Replicó ella, impaciente: “Una pregunta idiota más como ésa y me saldré de la cama, me vestiré y me iré de tu departamento”. Doña Tebaida Tridua, lo sabemos, es presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Considera que su misión en la vida es impedir que su prójimo la goce, e impone entonces sus criterios de moral a los demás. Esta columna, con todo y su insignificancia, se ve en problemas muchas veces con la ilustre dama. En estos días, por ejemplo, el autor sometió a la consideración de la señora Tridua el cuentecillo llamado “Inequidad”. El solo nombre del relato suscitó la suspicacia de la aspérrima censora, quien además de negar su Nihil Obstat a la publicación de la historieta hizo pagar al escritor una cuenta de farmacia por un frasco de granos de cachunde que doña Tebaida hubo de consumir, a fin de mitigar el malestar de estómago que le causó la lectura del tal cuento. Y ¿qué historieta es ésa? Léanla mis cuatro lectores al final. Ya he hablado de aquella muchacha algo gordita a quien sus amigos llamaban “El dólar”, porque el peso le valía madre. Nuestra pesadilla se hizo realidad, y el dólar rompió la barrera de los 20 pesos. Eso romperá a su vez bastantes madres, las de quienes tienen su economía dolarizada. Todo se irá para arriba (”¿De veras?” -exclama con ilusión don Languidio Pitocáido, señor de edad madura); habrá aumento de precios e inflación. Ni en nuestras horas de más sombrío pesimismo pudimos imaginar que el dólar llegaría a esas alturas y el peso a bajuras semejantes. Aun así permítanme hacer un vaticinio fincado en lo que he visto muchas veces: después del susto inicial volveremos a ir “al otro lado”, porque las cosas se nivelarán, igual que siempre, y de nueva cuenta resultará atractivo para muchos, y sobre todo para muchas, hacer allá sus compras. Dicho de otra manera: en lo que hace a la relación del peso con el dólar las cosas siempre han estado mal, excepción hecha del tiempo de don Porfirio. Vale decir que las cosas siempre han estado -y seguirán estando- igual. Viene ahora el execrable cuento llamado “Inequidad” que provocó las iras de doña Tebaida Tridua. Las personas con tiquismiquis de moral deben evitar leerlo. En su lugar pídanle a alguien que se los lea. Los papás de Pepito veían la tele mientras el niño de 5 años y su hermanito de 4 jugaban en la alfombra. De súbito el señor y la señora sintieron al mismo tiempo rijos amorosos. Él le hizo una discreta seña a ella y ambos se levantaron del sillón para ir a la recámara. Les dijo el papá a los chamaquitos: “Sigan jugando, hijos. Su mamá y yo vamos a descansar un rato antes de la cena”. Se encaminaron a su cuarto entonces, aunque no precisamente a descansar. Como tardaban en volver subió Pepito. La puerta de la alcoba estaba cerrada, pero se asomó, curioso, por el ojo de la cerradura. Volvió rápidamente a donde estaba su hermanito y le pidió que fuera con él a la recámara de sus papás, pues quería mostrarle algo. Mientras lo llevaba de la mano por la escalera le dijo al pequeñín: “Sólo quiero que tomes en cuenta que la mujer a la que en seguida vas a ver es la misma que nos da nalgadas a nosotros porque nos chupamos el dedo”. (No le entendí). FIN.

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