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Fin de sexenio

SERGIO AGUAYO

Las finanzas públicas se tambalean. En lugar de combatir la corrupción y la impunidad buscaron refrendar, con la invitación a Donald Trump, el respaldo de Washington. Fracasaron. ¿Qué sigue?

Donald Trump aterrizó en México cuando el gobernador del Banco de México daba malas noticias. Para Agustín Carstens el endeudamiento público está llegando a los "límites de lo razonable" y la Secretaría de Hacienda debe hacer ajustes "impostergables". Al día siguiente Luis Videgaray confirmaría, en el nuevo programa de Joaquín López-Dóriga en Televisa, que invitaron al multimillonario por la "preocupación por la economía". Como ni el Presidente ni Videgaray han dado detalles, explico la invitación y los discursos con historia.

En 1970 la deuda externa era de tres mil millones de dólares, en marzo de 2016 asciende a 318 mil. No se sabe cuánto de este endeudamiento se ha utilizado provechosamente y cuánto fue usado para el dispendio, la corrupción y la ineptitud de varios presidentes. En El panteón de los mitos demuestro que Washington siempre salió al rescate. Apuntalar a gobiernos autoritarios y corruptos garantizaba la estabilidad de su flanco sur.

El papel de los Estados Unidos fue determinante para superar las crisis financieras de l976, 1982, 1985, 1986, 1988 y 1994-1995. En esta última ocasión el entonces presidente Bill Clinton armó en seis semanas un paquete de financiamiento por hasta 50 mil millones de dólares. La invitación a, y el servilismo ante Trump buscaba prepararse ante una posible debacle. Fracasaron si tomamos como indicador el comportamiento de Trump, las reacciones y el desaire de Hillary Clinton.

Los presupuestos desnudan las prioridades y la lógica de los gobiernos. Es por ello revelador el anuncio hecho, el 30 de agosto, por el diputado Jorge Estefan Chidiac (del PRI) y secretario de la Comisión de Hacienda y Crédito Público de la Cámara de Diputados: porque el gobierno gasta más de lo que recauda tendrá que "bajar[se] el gasto" en 2017 en "200 o 300 mil millones de pesos". Luego añadió que "cualquier decisión mal tomada puede poner en duda la estabilidad macroeconómica [y] el tipo de cambio se nos puede disparar".

Peña Nieto y su grupo están buscando, como siempre, que Washington y la sociedad nos hagamos responsables de su tiradero. Desechan o posponen la reducción en salarios o privilegios de los funcionarios públicos y el combate en serio a la corrupción. María Amparo Casar me facilitó una copia de la 2ª edición de México: Anatomía de la Corrupción, que se publicará en octubre próximo. La información es contundente: es un cáncer que debilita al Estado y a la sociedad sin que haya servido el incremento, durante una década, en un 94 % del presupuesto oficial dedicado a atacarla. A mayor burocracia, menor eficacia.

Casar incluye, en su trabajo, las estimaciones sobre el costo para México del flagelo. Según el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) ronda los 1.5 billones de pesos (10 % del PIB) mientras que el colectivo de investigadores de México ¿cómo vamos?, sitúa la cifra en 341 mil millones (2 % del PIB). Los montos ilustran la magnitud del reto. ¿Servirá el Sistema Nacional Anticorrupción? Ojalá, pero es más importante lo que está ocurriendo en la sociedad mexicana y en los Estados Unidos.

En el tema de la corrupción es reconfortante observar la consistencia y seriedad con la cual están haciendo diagnósticos y propuestas un buen número de organismos civiles y cámaras empresariales, secundados por una ciudadanía harta del cinismo con el cual se saquean las arcas públicas. Estados Unidos también ha ido modificando su percepción sobre México y sus problemas. Estado, medios y sociedad están dándose cuenta del carácter sistémico de la violencia, la corrupción y la impunidad. Hay indicadores precisos.

¿Cómo terminará el sexenio de Enrique Peña Nieto? ¿Escorará hacia otra crisis o sobreviviremos razonablemente intactos el resto de su mandato? Todo es posible, pero el desastre diplomático ha cerrado el espacio de maniobra al peñanietismo en Estados Unidos. El camino es muy claro: o fortalecemos las finanzas públicas enfrentando la corrupción y la impunidad o estamos en vísperas de una tempestad.

Comentarios: www.sergioaguayo.org

Colaboró Zyanya Valeria Hernández Almaguer.

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