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Los platos que otros rompieron

JULIO FAESLER

Hay mucho por decir en la cuestión de la Reforma Educativa que, de realizarse, será el logro más trascendente que deje la administración del presidente Peña Nieto.

El sistema de educación pública fue secuestrado por grupos con agendas políticas muy diferentes a la de elevar el nivel cultural de la niñez que el desarrollo nacional requiere. La distorsión fue paralela al desvío que torció el rumbo del desarrollo socioeconómico y cuyas insuficiencias actuales hoy merman fuerzas a México.

La vía de la industrialización por la que, al terminar la II Guerra Mundial, se optó para impulsar el progreso socioeconómico nacional, inspiró en sus primeros años programas para crear bases estructurales sólidas. Grandes obras de infraestructura agrícola y de comunicaciones se acompañaron de plantas industriales para atender demandas básicas con miras al futuro.

Al poco tiempo, sin embargo, este propósito inicial fue rebasado por una incontenible voracidad de la clase política por apropiarse no sólo del poder sino de los bienes y beneficios económicos que lo acompañan.

El crecimiento del país se tornó local y fraccionado, y perdió su fin original. El desarrollo del país se orientó para generar riqueza personal sin compartirla. Pocas empresas funcionaron con visión a futuro. La articulación empresario-gobernante, conveniente para ambos, pareció exitosa. Por varios años produjo crecimientos del producto nacional de 6 y 7 % anual, pero sin una maduración industrial.

El marco económico cambió de raíz con la indiscriminada apertura y desgravación arancelaria que se decidió aplicar en los noventa, desprotegiendo a los productores nacionales. Abandonada la aún endeble producción, la importación para suplir la oferta nacional se hizo meta y la ruta fácil de la maquila apareció para surtir tanto el mercado norteamericano como el nacional. Muchas fábricas cerraron transformándose en comercializadoras importando los productos que antes fabricaban. Las ensambladoras se convirtieron en el motor más activo del empleo. La inversión extranjera dejó de ser auxiliar para convertirse en dinamo real.

El crecimiento del PNB caía drásticamente. Para 2016 la Concamin prevé un aumento entre 1.2 y 2.2 %. Hoy la industria trabaja a sólo un 65 % y crecerá entre 0.4 % y 0.8 %.

La inexistencia de cadenas de producción que aprovecharan nuestro gran potencial limitó la creación de empleos mientras se hacía hábito un terco déficit en el comercio exterior que había que compensar con inversiones o deuda extranjeras. El banco central cuidó de evitar que una inflación incontrolada anulara el funcionamiento de la nueva estrategia.

Sacrificar la producción nacional al engañoso atractivo de estimular un ritmo rápido de exportaciones, significó ahuecar la estructura productora agrícola e industrial impidiendo que contribuyera al desarrollo.

El factor hondamente nocivo y pernicioso, que aceitó al nuevo modelo económico fue la generalización de la corrupción que canaliza favores financieros a los bolsillos de los privilegiados. El dañó no quedó aquí.

El desvío constante de los presupuestos públicos mediante mil y un argucias, disfrazando en contratos, comisiones y favoritismos de los que se valen los funcionarios que invitan a los empresarios a coludirse ha sido una constante en la evolución del país. A esto se debe los fraudes y robos en obras públicas reales o ficticias y el correspondiente aumento de las deudas nacional y estatales. El importe del fenómeno nacional de la corrupción se calcula en 10 % o más del PIB.

El abuso del poder en provecho de partidos y grupos políticos ha marcado a los sucesivos gobiernos de México. Pero las deudas pendientes se pagan.

El crítico problema en torno a la implementación de la Reforma Educativa es uno más de los que se desprenden de la expoliación que la administración del PRI ha practicado para cimentarse en el poder desde1929.

Para sumar adeptos la CNTE clama que con esta reforma el gobierno quiere privatizar la educación cuando en realidad la Coordinadora propicia que proliferen las escuelas privadas cuya clientela serían las víctimas de la propia CNTE.

La impreparación de nuestra producción agrícola e industrial para enfrentarse al mundo moderno se explica por la desacertada estrategia económica neoliberal que se pudiera haber corregido en la práctica en lugar de acentuar sus defectos. Igual culpa tuvo la generalizada corrupción que percudió a cada sucesivo gobierno. Por otra parte, la honda desarticulación del sistema educativo se ha agravado al máximo con las maniobras de la CNTE.

Sufrimos las amargas consecuencias de las décadas de control político electoral sobre el magisterio. Lo pensó altamente redituable, pero el atraso educativo que lastra nuestro progreso es el precio que ahora todos pagamos. De una manera u otra el problema de la oposición a la Reforma Educativa encontrará solución, pero la huella quedará.

La dura enseñanza queda: el abuso del poder y la corrupción que le acompañan tarde o temprano se vuelve sobre sus autores. La ciudadanía no se escapa sin culpa y se enfrenta a la tarea de componer los daños que otros hicieron.

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