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Y EL MURO, ¿PARA QUÉ?

JULIO A. MILLÁN

"Necesitamos un muro porque México no es nuestro amigo". Es la postura de Donald Trump, candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, quizá una de las más polémicas y controversiales de sus declaraciones y que ha marcado la línea de la relación que, en caso de ganar las elecciones, su gobierno tendría con nuestro país, y que se podría resumir en hostil.

Su plan es construir un muro entre la frontera de ambos países, para fin de, según él, prevenir que la inmigración ilegal, la pobreza y el crimen traspasen la frontera entre su Nación y la nuestra.

A decir de Trump, "Cuando México envía su gente, no está enviando lo mejor. Están enviando gente con problemas, y están trayendo muchos problemas. Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores, y algunos, asumo, son buenas personas".

Palabras que sin duda seguirá repitiendo a lo largo de su campaña, pero que a todas luces son falsas. Nada más alejado de la realidad y los números y la historia lo demuestran.

En las últimas décadas, la migración laboral de mexicanos hacia Estados Unidos ha crecido casi exponencialmente desde 1970 convirtiendo al país en el principal "exportador" de migrantes, así como de los principales receptores de remesas, incluso a nivel mundial.

Es precisamente en lo tocante a las remesas en la que la mayoría de los análisis se centran para medir los efectos de la migración. Sin embargo, este tema atañe más al país de origen que el receptor, siendo que para éste también se presentan beneficios significativos.

En el caso de la migración mexicana, la contribución a la economía norteamericana ha sido sin duda importante.

De entrada, los migrantes cubren puestos de trabajo para satisfacer la demanda laboral. Según la CPS, los migrantes mexicanos ocupados, pasaron de 6.5 millones en 2005 a 7.6 millones en 2015, y la tasa de desempleo pasó de 6.1% a 5.7% en ese mismo periodo.

En 2015, los sectores con mayor ocupación de migrantes mexicanos eran la construcción (17.9%), hotelería y esparcimiento (14.2%), manufacturas (13.5%), servicios profesionales (13.1%) y comercio (11.4%), del total.

Otra contribución de suma importancia para la economía de Estados Unidos que realizan los migrantes mexicanos es su aportación al PIB, ya sea vía la participación en actividades productivas y la generación del PIB norteamericano, mediante el consumo interno en Estados Unidos o través del pago de impuestos y contribuciones que se pagan por lo ingresos al trabajo.

Se puede plantear entonces que existe una relación de beneficios mutuos para ambas economías con la entrada de migrantes (no sólo mexicanos) a los Estados Unidos, y el flujo está ligado al propio crecimiento de la economía norteamericana, que al generar empleos atrae a migrantes.

De igual forma, se ha presentado un fenómeno de repatriación de mexicanos. La Secretaría de Gobernación ha reportado que entre 2007 y 2015 se registraron 3.73 millones de eventos de repatriación (tanto voluntarios como deportaciones), situación que ha llevado a plantear la existencia de un fenómeno conocido como "migración neta cero", en donde el saldo entre entrada de migrantes y repartidos resultó negativo en 140 mil mexicanos entre 2009 y 2014, según el Pew Research Center. Sin embargo, el repunte entre 2014 y 2015 pasando de 11.5 a 12.2 millones de migrantes hace pensar que se está revirtiendo esta situación, la cual; no obstante, seguirá ligada al crecimiento económico de los Estados Unidos y la recuperación de su demanda laboral.

El fenómeno de reducción del flujo migratorio, no sólo está ligado a la situación económica, sino también a los mayores controles antiinmigrantes.

Lo anterior permite plantear que no hace falta un muro, pero a la vez que este muro no sería un obstáculo para la migración ilegal la cual ha continuado, no sólo de mexicanos, sino también de centro americanos, cuya migración ilegal sigue creciendo (pasó de 1.3 millones en 2005 a 1.7 millones en 2012).

Los controles migratorios durante el gobierno de Obama se han endurecido y aun así la migración ilegal no se detiene -aunque como lo señalamos el saldo entre los que van y regresan se aproxima a cero-, y persistirá mientras haya falta de oportunidades en nuestro propio país.

Ciertamente la solución tampoco consiste en erigir un muro -como el que pretende construir Donald Trump-, que por más largo y alto que llegue a ser, siempre será menor que deseo de los migrantes por conseguir una vida mejor.

La solución más atinada, pues, no cosiste en construir barreras físicas al libre tránsito de personas, sino seguir generando oportunidades al interior de cada país por medio de políticas de desarrollo económico y social y, a la par, desarrollar una Política de Migración en beneficio de todos los países vecinos -es decir, incluyendo a Norteamérica y Centroamérica- pues si se hace bien, a todos se beneficia.

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