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Chicle

FEDERICO REYES HEROLES

Elástico, flexible, como liga, que va y viene, sin dimensión obligada, que igual se estira volviéndose una hebra o se infla y parece esfera. Fantástico, si se trata de un juguete, terrible, trágico si hablamos del estado mexicano.

¿Tendrán en el gobierno idea de la molestia, de la irritación, del enojo, de la furia que el estado chicle provoca? El tema es hoy obligado. Qué les pasa, tan bien que salieron las reformas, tan firme que se ve EPN por televisión y de pronto, todo se desmorona. ¿Quién le va a apostar a un país en que la ley se negocia, un país que negocia con quienes violan la ley de manera ostensible y provocadora? No tienen rumbo, el cimiento de todo estado es el cumplimiento de la ley. Pero claro, hay los que dicen que esa es la sabiduría priista, saber que no se puede aplicar la ley a raja tabla. Y entonces muchos se preguntan, y si no es a raja tabla, cómo se aplica. A veces sí, a veces no, dependiendo. ¿Dependiendo de qué?, se preguntan los ciudadanos sulfurados. Hay muchas consideraciones, es la respuesta oficial. La ley se somete a nuestras consideraciones. Somos el lector último y definitivo.

Qué tal que el operativo para despejar una vía -por la cual debieran transitar los insumos necesarios para la industria automotriz nacional- falla y hay heridos o muertos. Mejor así nos la llevamos, sin aplicar la ley o aplicándola de vez en vez. Así son las cosas en México. Luego entonces despídanse del estado de derecho, ese que existe por sí mismo, ese que no depende del humor del secretario en turno, ese cuya autonomía emana de la ley, de los mandatos allí plasmados. Tuvo que llegar un sacerdote holandés a pedir un amparo para que liberaran la Secretaría de Gobernación, Salón Juárez incluido. No, dice el astuto que siempre tiene inside information, fue la propia Secretaría. Fantástico, la persona no existe, la ley no existe, es la astucia del señor secretario la que nos libró de esta plaga de ilegalidad.

Pero entonces, no es el mismo secretario (Gobernación) el que negocia la materia educativa legislada y que corresponde a otra secretaría, a Educación. La lectura pública es muy clara: a Nuño lo dejaron colgado de la brocha -incluido el presidente- o deberíamos comenzar por el presidente. Vaya pedagogía democrática. Propongo, discutan, aprueben, promulgo y después veo si me conviene. Entonces se trata de conveniencias. El estado chicle -a la corta- es muy cómodo para los gobernantes.

Por supuesto que a los suspirantes a la presidencia no les conviene aplicar la ley. Que los alimentos no lleguen, que la industria se paralice, que las pérdidas de los empresarios sean millonarias, nada importa, siempre hay un interés superior: Yo. Yo puedo llegar a la presidencia y soy tan capaz que el país sería otro en poco tiempo. yo sé que esta violación de la legalidad vale la pena, porque los beneficios de Mi presidencia serían tales que todo quedaría saldado. En los tiempos difíciles hay que saber ceder, ceder lo que sea necesario. Ceder decimos los de afuera, una y otra y otra vez hasta que los referentes sociales, en primerísimo lugar la ley, se desvanecen. La República no es negociable. Los ejecutores de las decisiones que le dan presencia al estado, continuidad a la legalidad, son los primeros en negociar la esencia misma del estado.

Y entonces viene la reacción del empresariado frente al estado chicle. Si ustedes no cumplen su mandato, hacer cumplir la ley, nosotros ya no pagamos los dineros asignados para hacer cumplir la ley. La discusión es compleja: ¿infringen la ley por exigir el cumplimiento de la ley? Lean la señal. El hartazgo por el estado chicle se ha desbordado. La herencia histórica de Peña Nieto está mudando por minutos de las reformas a la incompetencia como gobierno. Carreteras, puertos, aeropuertos, sedes partidarias destrozadas, sin una reacción gubernamental consistente, sólida en defensa del estado. Pero, ¿en dónde habrán de habitar esas magnas reformas? Acaso en un cobertizo sin cimientos, sin techo, sin estructura mínima para poder perdurar en el tiempo. Porque eso es la esencia del estado, statu, la capacidad de proyectarse en el tiempo con estabilidad.

Peña Nieto se entierra a sí mismo. Atrapado por la sucesión adelantada permite que ella lo acorrale, lo asfixie. Por garantizarles a sus allegados la victoria priista en el 18, ahoga el país con su indefinición ante los principios de un estado de derecho que no defiende. El estado chicle es una trampa mortal para cualquiera que pretenda ser estadista. De esta encrucijada depende el futuro de 120 millones de mexicanos. Así de sencillo.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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