Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Este pueblo es pequeño. Tan pequeño es que en él todavía se puede vivir. Se encuentra en el norte de un estado del norte. Más bien ahí se encontraría si alguien lo buscara. Pero nadie lo busca, así tan alejado está de todo lo cercano. El pueblo tiene un Ayuntamiento, con mayúscula, y los suficientes con minúscula para no desaparecer del todo. Cuando llega el tiempo de elegir alcalde alcalde los notables del lugar -son cinco- se reúnen en el kiosco de la plaza que a pesar de ser la única se llama Plaza Principal, y echan suertes a fin de determinar quién ocupará la Presidencia. El que pierde es el que la ocupa. Se da a todos los diablos porque tiene que estar tres años desempeñando el cargo a cambio de un salario miserable, sin poder ir durante todo ese tiempo al otro lado, o sea a Estados Unidos, a traer los buenos dólares que allá se ganan en las piscas. Además no hay ninguna posibilidad de "manoteyo", pues en las arcas públicas del lugarejo nunca hay nada qué manotear. Les diré a mis cuatro lectores cómo es ese pueblo. Cierto día pasó un jet por ahí, cosa que nunca antes había sucedido. Los lugareños oyeron el ruido que el avión hacía y salieron corriendo a verlo, a pesar de que don Layo, el hombre de mayor experiencia, les dijo a los que alzaban la mirada al cielo para mirar el jet: "Ni lo busquen. Ésos llevan el trueno atrás". Pues bien: el avión empezó a pasar todos los días. A raíz de eso el alcalde hizo colocar en el recinto de la presidencia municipal una placa que decía: "Con fecha tal del año tal, siendo alcalde don Fulano de Tal, este pueblo quedó incorporado a la marcha del progreso". Por esos mismos días fue asesinado en Dallas el presidente Kennedy. Cuando la noticia llegó al villorrio la mamá del alcalde lo llamó por teléfono y le dijo llena de angustia: "Ten mucho cuidado, hijito. ¡Están matando presidentes!". Pues bien: por estos días la muerte de dos alcaldes, el de San Juan Chamula, Chiapas, y el de Pungarabato, Michoacán, deber ser motivo de preocupación lo mismo para los gobiernos locales que para el federal. Si no se castiga a los culpables de esos asesinatos veremos que nadie querrá ya ser alcalde en las comunidades donde la violencia criminal priva por encima de la ley. En muchos lugares de México el oficio de gobernar se ha vuelto una tarea de alto riesgo. El estado de derecho sigue degradándose cada día más. A este paso la gobernabilidad en los municipios, en los estados y eventualmente en todo el país estará en peligro de extinción. Cuidado. Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a una fiesta y conoció ahí a un hombre con aspecto de solitario. Entabló conversación con él y le preguntó. "¿Por qué nunca lo había visto por aquí?". Respondió el sujeto, hosco: "Acabo de salir de la cárcel. Estuve preso 20 años porque maté a mi esposa". La señorita Himenia le dio un travieso piquetito en la panza y le dijo con una gran sonrisa: ¡Ah! Conque solterito ¿eh?"... Dulcilí le contó, feliz, a Rosibel: "Mi novio dice que se va a casar con la chica más linda, más simpática y más inteligente de la ciudad". "¡Mira qué desgraciado! -exclamó Rosibel muy enojada-. ¡Te había dicho que se iba a casar contigo!". Una rana fue con una adivinadora. La mujer consultó su bola de cristal y le dijo: "Llegará a tu vida un guapo joven que querrá saber todo acerca de ti". "¡Fantástico! -exclamó la rana-. ¿Conoceré a ese joven en el jardín de su palacio?". "No -le informó la adivinadora-. Lo conocerás en el laboratorio de la clase de Biología". Comentó Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne: "Los besos de Susiflor dejan mucho qué desear: sus bubis, sus pompis, sus piernas, su.". FIN.

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