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Diario de un loco

Hubo hace muchos años una obra de un gran actor, como fue Carlos Ancira, llamada precisamente Diario de un loco. Y que fue presentada en nuestro Teatro Isauro Martínez de esta ciudad, ahí narraba la vida de una persona con un problema mental.

Sin embargo, hoy en día se celebran muchas cosas como son: día equis de esta profesión o aquel oficio, dependencia, institución o persona refiriéndose al padre o a la madre o el día de la bicicleta, qué se yo. Perdón por mi ignorancia, pero nunca he sabido que se enaltezca la labor de un psiquiatra o de una persona que trabaja en sanatorios de esta índole.

Mucho menos al que ocupa estos lugares, algunos llenos de suciedad, maltrato inhumano y poco interés por ellos y me refiero al personaje central de esta historia el paciente psiquiátrico, a los que tildan de “loco”.

Había una canción de Javier Solís, llamado “El Loco”, y decía más o menos así: “Todos me dicen el loco porque me salgo por las noches”, etcétera. Pero cuantas instituciones públicas o privadas se han interesado por este tipo de personas, no lo dudo que sí las hay, pero muy pocas.

Hoy los vemos algunos de ellos deambulando por las calles, sucios, semidesnudos, mal olientes, sin que nadie tenga compasión por ellos. Tal vez, por el abandono de sus familiares, cansados de la enfermedad o por la necedad y fastidio de la vida que llevan ellos y esto los orilla a tirarse al vacío de la depresión y abandono de su persona.

Tengo un amigo que es psiquiatra y dice que esta enfermedad es lo más ruin de todas hoy en día. El problema del paciente psiquiátrico.

Es una persona que tiene un problema en su cerebro donde del mismo salen las ideas, las emociones, el odio, y la voluntad de ser el “mismo” o “no serlo”. Por lo tanto reacciona de forma agresiva, egoísta. Con miedo, ansiedad, angustia, frialdad o con falta de amor por decirlo así. Pero son seres humanos que sienten la soledad, lloran, ríen, se entristecen por su olvido de los demás, sin embargo admiro a los que trabajan en dichos centros psiquiátricos que llegan amar y cuidar con esmero a los que otros por obligación y parentesco debían de hacerlo a estos segregados de la sociedad.

Paradójicamente una vez colocaron en un centro de éstos; que antes se les conocía como “manicomios”, un letrero a la entrada que decía así: “Aquí están todos lo que deberían estar afuera” y “afuera están los que debían estar adentro”. En estos lugares hay dos tipos de personas los que por un accidente o un mal congénito o hereditario están ahí y los otros por las adicciones a una droga, aun habiendo nacidos sanos. Y que a fin de cuentas ahí están.

Hoy el índice de esta enfermedad está subiendo como espuma en un tarro de cerveza, la razón es que nos está tocando vivir y ver un mundo convulsionado, por la violencia, el desamor y el desapego de unos de los otros, aunado a las presiones sociales y económicas del entorno en que vivimos.

Sin embargo, hubo un hombre llamado Jesús que tuvo compasión de este tipo de personas. Sanó a un endemoniado Garadeno, donde los dejó cabalmente en su juicio, después de que andaba entre las tumbas, desnudo y aterrando a la gente. Hoy la ciencia a esto le puesto una etiqueta de enfermedad.

Tal vez seamos escépticos a lo que hizo Jesús en su tiempo, pero Dios puede obrar hoy, según de acuerdo a la fe que profesemos.

Usted qué piensa.

PD: Un reconocimiento al Centro Salud Vida, por su cuidado y amor para sus pacientes de esta ciudad, así como a mi gran amigo Dr. Héctor Salvador Rivas Dueñes, por su entrega y profesionalismo para sus pacientes.

Jesús Rodríguez,

Comarca Lagunera.

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