El nacido en Matanzas, Cuba, también sabía volarse la barda y sus recorridos por el infield eran comunes en los parques mexicanos. (Especial)
La Comarca Lagunera ha estado ligada al deporte profesional prácticamente desde su nacimiento, en los genes de los habitantes de esta árida región está impregnada la pasión por la actividad física, por lo que muchísimas grandes estrellas del deporte nacional e internacional han pasado por los equipos que tienen en La Laguna su casa, pero sin ninguna duda, el más grande deportista que ha jugado en este terruño ha sido Martín Magdaleno Dihígo Llanos, sencillamente llamado "El Maestro".
Sin demeritar a los enormes toreros, futbolistas, boxeadores, basquetbolistas, golfistas, ciclistas, voleibolistas y tantas otras disciplinas en las que La Laguna ha tenido excelentes representantes, la calidad del cubano Martín Dihígo simplemente era de otra galaxia, como sencillo ejemplo: es el único ser humano que ha sido inmortalizado en 5 diferentes Salones de la Fama del Beisbol Profesional, al ocupar un nicho en los recintos ubicados en Cuba, México, Venezuela, República Dominicana y en los Estados Unidos, con todo y que nunca jugó en las Ligas Mayores debido a la barrera del racismo, los conocedores del Rey de los Deportes lo llevaron a Cooperstown en 1977, reconociendo su fabulosa habilidad para desarrollar la práctica del beisbol.
Sus hazañas en México comenzaron en 1938, cuando después de ser el Jugador Más Valioso de la serie nacional cubana y participar en las Ligas Negras de los Estados Unidos, llegó en barco para jugar con los Rojos del Águila de Veracruz, donde simplemente deslumbró a los espectadores con su brillante desempeño sobre el diamante. En ese año, el nacido en Matanzas, Cuba, llevó a los Rojos del Águila a ganar su segundo campeonato consecutivo bajo las órdenes del también antillano Agustín Verde, quien contó con una temporada sensacional de Dihígo, al ganar la triple corona de pitcheo (18 ganados, 2 perdidos, mejor efectividad de la liga con .90 carreras limpias admitidas por cada 9 entradas y líder de ponches con 184) y encima se coronó campeón bateador con promedio de .387, una hazaña que roza en lo inconcebible.
Martín Dihígo cubría con tremenda efectividad cada una de las nueve posiciones del beisbol, por lo que podía jugar todos los días sin ningún problema alternando su asignatura en el diamante. Su brazo prodigioso lo convirtió en un as sobre el montículo y su fuerza con el bat lo hacía una amenaza para cualquier lanzador. Rápidamente enamoró a los aficionados veracruzanos, jugó todavía para los Azules del magnate Jorge Pasquel y en 1941 encontraría al que fue su segundo gran amor en México: los Algodoneros del Unión Laguna.
El cubano llegó a la antigua estación de tren de Torreón y numerosos fanáticos lo esperaban, sabedores de la calidad de pelotero que llegaba a jugar a La Laguna y al que todos deseaban ver de cerca. Pronto comenzó a demostrar su valía y junto a otro gran grupo de jugadores, muchos de ellos laguneros, consiguió en 1942 el primer campeonato profesional en la historia de la Comarca Lagunera, que en ese momento se posicionó como una región exitosa en el ámbito deportivo, a la par del gran crecimiento social, económico y empresarial que experimentaba gracias a los visionarios laguneros que ayudaron a construir la historia de este terruño.
Como mánager y jugador, Martín Dihígo Llanos guió al Unión Laguna en base a otro año de desempeño fuera de órbita, brillando intensamente sobre la lomita al conseguir la triple corona de pitcheo: ganó 22 juegos y perdió sólo 7, recetó 211 ponches y lideró en efectividad con 2.53. Laguna sostuvo una intensa lucha con el Monterrey para llevarse el campeonato, que en ese entonces se decidía por posición en el standig, llegando a la última serie en una franca persecución de los regios.
Con 3 encuentros por disputarse, el Unión Laguna aventajaba por solamente un juego, por lo que de ganar todos sus encuentros, el campeonato irremediablemente quedaría en manos de los laguneros. Tal era la confianza de los aficionados de ese entonces, que afirmaban: "el primero lo gana Martín, el segundo lo gana Dihígo y el tercero lo gana El Maestro", lo cual cumplió el cubano para redondear su apoteósica temporada. Cabe recordar que décadas atrás era incluso común que los pitchers abrieran juegos en días consecutivos, cosa que hoy día es inimaginable.
En 1943 se despidió Dihígo de La Laguna por primera vez, ya que regresó a jugar un año más en 1946 para definitivamente decir adiós a unos aficionados que le guardaron un cariño incondicional hasta el último día en que lanzó una pelota de beisbol. Otros integrantes del Salón de la Fama de las Ligas Mayores de Beisbol han jugado para el Unión Laguna, como Buck Leonard o James "Cool Papa" Bell, pero ninguno tuvo el éxito ni el impacto que logró "El Maestro".
"Incomparable pelotero cubano que se distinguió en todas las posiciones, pero especialmente en la doble condición de pícher-bateador. Fue el primero en lanzar un juego sin hit ni carrera (Águilas de Veracruz frente al Nogales, 15 de septiembre de 1937) y en conectar seis indiscutibles en igual cantidad de veces al bate. Posee la marca del mejor promedio de ganados y perdidos (119 victorias y 57 derrotas para 676), carreras limpias (2,84), mientras bateó 317", dice su placa en el recinto de los inmortales del beisbol mexicano.
El 19 de mayo de 1971 se despidió Martín Dihígo Llanos del mundo terrenal, hay quien cuenta que terminó sus días laborando como despachador de gasolina en una estación de servicio, sin poder disfrutar sus ganancias debido al régimen socialista que se instauró en su patria. Sus restos descansan en el cementerio municipal Cruces, en Cienfuegos, Cuba, pero su leyenda perdurará por siempre como uno de los más grandes seres humanos que hayan jugado al Rey de los Deportes.
SALONES
De la Fama del Beisbol Profesional han incluido a Dihígo entre sus inmortales.
