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'Salvé a mis alumnos; no pude rescatar a mi hijo'

'LAS QUE SACARON A LOS NIñOS DE LA GUARDERíA FUERON LAS MAESTRAS'

Dolor. La antigua maestra de la estancia infantil montó un salón de belleza en su casa pues ya no quiso ni pudo trabajar con niños. Cada que se acerca el 5 de junio entra en una fuerte depresión: de antemano pide perdón a sus dos hijos, Bryan y Yaicob, por los cambios de humor que experimenta.

Dolor. La antigua maestra de la estancia infantil montó un salón de belleza en su casa pues ya no quiso ni pudo trabajar con niños. Cada que se acerca el 5 de junio entra en una fuerte depresión: de antemano pide perdón a sus dos hijos, Bryan y Yaicob, por los cambios de humor que experimenta.

AGENCIAS

Danissa López Arvizu era profesora de la Guardería ABC y su hijo estaba en Maternal B en el mismo plantel. El 5 de junio de 2009 salvó a la mayoría de los niños de su aula, pero no logró rescatar a su pequeño de tres años, quien murió dos días después del incendio en un hospital por las graves quemaduras en su cuerpo.

"Pensé que su profesora salvaría a mi hijo Luis Denssel como yo intenté salvar a los míos, a los niños de mi aula que estaban dormidos a esa hora... no podía abandonarlos, eran menores de un año y medio, sólo estaba yo en el salón, ese día faltaron tres maestras de mi sala, la semana anterior hubo un brote de influenza y hubo mucho ausentismo", rememora quien llevaba tres años de laborar en la guardería de Hermosillo.

El dilema al que se enfrentó, en cuestión de instantes, fue continuar salvando la vida de sus alumnos o correr por su hijo. "No lo pensé; sacaba a los niños que estaban dormidos sobre una colchoneta en el momento en que nos dimos cuenta del incendio. A veces agarraba a dos o tres a la vez, al final de cuentas los sentía como si fueran mis propios hijos, hasta que decidí ir por el mío, por Luis Densell", narra Danissa que accede a hablar por primera vez de lo ocurrido.

En su camino hacia el salón de su hijo encontró a un bombero que le indicó que no podía pasar por su propia seguridad. Había una explosión.

"¡Se quemará si intenta pasar. Sólo los hombres están ingresando. ¡Mujeres no! ¡Mujeres no pueden pasar!", le gritó.

Danissa no escuchó. Se mojó el cuerpo con un garrafón de agua, se quitó la bata del uniforme y lo amarró a su nariz y boca, pero el humo la venció. Escuchó más explosiones; escuchó también como el bombero le dijo que rescataría a su hijo. "¡Se llama Luis Densell!", le dijo. Lo último que escuchó fue la promesa del bombero: "¡Yo lo sacaré!".

"La guardería tenía una gran lona, como si fuera una carpa de circo, yo vi cómo se estaba derritiendo, parecía como si lloviera lumbre. Había muchas puertas, muchos filtros; las puertas las detenían con sillas para que no se cerraran, bajaba una nube negra. Empecé a gritar que quedaban muchos niños adentro.

"La gente, los civiles que iban pasando entraban a ayudar. Empezaron a llegar patrullas, ambulancias… uno de los socorristas me sacó; comenzaron a usar marros para romper las paredes; se mojaban con los garrafones de agua y atravesaban el humo. Ellos, incluyendo al padre de mis hijos, se perdían entre la nube negra. Yo quería ir por mi hijo y sacar a todos los demás porque todavía quedaban muchos niños. Después me desmayé", continúa Danissa.

Al recuperarse supo que a su hijo lo habían subido a una ambulancia. En el hospital tuvo que esperar para que después un médico le preguntara si estaba dispuesta a ver a su pequeño. Le alertó sobre las graves quemaduras que sufrió.

'Nunca nos preguntaron cómo nos sentíamos'

Aracely Moroyoqui Contreras fue una de las profesoras consignadas por la Procuraduría General de la República (PGR). Ha interpuesto varias demandas de amparo contra órdenes de detención. Su abogado Gabriel Alvarado Serrano, representante legal del Movimiento Manos Unidas por Nuestros Niños, los ha promovido. "Aquel 5 de junio fue un día que me marcó la vida; siempre pienso que podría haber hecho esto o lo otro, este dolor persiste, no ha sido fácil ver a los padres que continúan acusándome; insisten en que yo no debo recibir ningún tipo de tratamiento psicológico o médico por parte del IMSS; impidieron que continuara trabajando, y lucharon para que no me empleara en ninguna parte", denuncia.

"Yo pediría más comprensión para las maestras, que aquel día vivimos cosas inauditas, y no tenemos los recursos para estar pagando amparos. Fuimos las malas del cuento. "No recibimos ningún apoyo a pesar de que las maestras pensábamos que todo México y Sonora se iban a solidarizar con nosotras; nunca nos preguntaron cómo estás, qué ocurrió, vivimos discriminación cuando en el IMSS nos decían: 'si no estás quemada estás bien'. ¿Cómo vamos a estar bien si convivíamos con los menores, con nuestros niños en la Guardería ABC hasta nueve horas al día?", continúa.

Hoy Aracely labora como secretaria en una preparatoria "gracias al apoyo de una mamá que me ayudó al comprender que yo también soy madre de tres hijos y necesito trabajar. Sólo decíamos que éramos maestras de la Guardería ABC y se nos cerraban las puertas. Necesito apoyar a mi hijo de 14 años que aún es pequeño", asegura quien hoy tiene fibrosis pulmonar por el humo que inhaló al intentar sacar a los niños del Maternal A. "El salón estaba cerrado, se atascó la puerta y lo único que pude hacer fue pedir auxilio por una ventana y bañar a todos los niños con agua de los garrafones mientras el plafón y la lona de plástico del techo se derretía. Al momento de subirme a un mueble para pedir ayuda me caí, me lastimé el hombro: yo conocía perfectamente la guardería", asegura. Después del incendio hubo un día en que los padres la sacaron del IMSS y la llevaron al estacionamiento: querían golpearla a ella y a otras maestras. "Entiendo que los padres que perdieron a sus hijos nos culparan, yo quizá hubiera hecho lo mismo, hoy las cosas cambiaron y recibimos medicamentos, en mi caso pastillas para dormir. "La gente juzga sin saber lo que estamos pasando y que jamás vamos a olvidar el incendio, así pasen muchos años. He querido huir, pero no puedo: en Hermosillo está la vida de mis hijos y sería para mi muy difícil dejarlo todo", admite quien nunca más volvió a pasar por la puerta de la guardería a pesar de que está a diez cuadras de su casa. "Es fácil decir, 'yo hubiera hecho esto o lo otro'; pero es distinto haberlo vivido. La amenaza de ir a la cárcel ha sido en mi caso una constante, es alarmante, y mi hijo lo sabe.

"Qué fácil es que la gente diga, que mi familia diga: 'ya supéralo... ya pasó', jamás en mi vida voy a superarlo. He pasado por facetas muy difíciles con mi familia, con mi matrimonio, frente a la sociedad que nos marcó y nos declaró culpables, porque según ellos, nosotros no sacamos a los niños. Lo que yo viví en la guardería es… yo hubiera querido sacar a todos los niños, pero era una cosa… era imposible… mucha gente cree, las personas creen que los que sacaron a los niños fueron las personas que estaban afuera, y ¡No! los que sacaron a los niños fueron las maestras; la indignación que se siente es que nadie nos preguntó qué habíamos hecho como maestras. Yo hubiera querido sacar a todos los niños… "No hemos dado entrevistas porque a veces no podemos hablar", dice Aracely.

"Queremos hacer una vida normal, pero no podemos. Entre nosotras han habido divorcios, problemas de pareja… y así pasen 20 años o 15….", Aracely no alcanza a terminar la frase, se quiebra durante la entrevista, se conmueve, no quiere recordar ni continuar.

Una vida que perdió su rumbo

Danissa pasó al área donde estaban los niños quemados. Reconoció a Luis Densell, a algunos de sus alumnos, y ahí permaneció hasta el 7 de junio, cuando falleció. Después de algunos meses Danissa buscó a aquel bombero para agradecerle por cumplir su promesa.

"Le quería dar las gracias porque pude ver a mi hijo, lo tuve dos días; lo vi luchar, hay papás que ni siquiera pudieron estar con sus hijos, y yo sí", le dijo.

Hoy, a siete años de lo ocurrido, se divorció y no logra darle sentido a su vida, y a aquellos acontecimientos en la Guardería ABC. Continúa comprándole juguetes a Luis Densell y las cosas que le gustaba comer. No termina de aceptar su pérdida. No perdona. No olvida.

"Cada día lo recuerdo más. El dolor va a estar ahí siempre, alguien irá a la cárcel, quizá, ¿pero mi hijo qué? Él jamás va a estar conmigo y con sus hermanos Bryan y Yaicob. ¿Quién va a pagar por su muerte y las de los otros 48 niños y los 70 pequeños lesionados?", pregunta. "El paso del tiempo no me ayuda, al contrario; peor es su ausencia. Mi niño me hace falta y siempre va a estar en mi pensamiento, me hubiera gustado que viviera hasta el fin del mundo", dijo.

"No puedo dormir, tengo el reloj invertido. Me despierto en la madrugada, y ninguna terapia, ningún medicamento me hará olvidar lo que vi ese día, porque vi demasiado. Hubo un tiempo en que los padres del ABC estuvieron en contra de las maestras; después comprendieron que yo era madre y trabajadora", dice.

Cada vez que se acerca el 5 de junio ella lo que desea es huir.

"Es cierto, corto el cabello, me distraigo, pero el dolor está ahí y no se compara. Y pensar que ese viernes mi hijo lloró tanto, no se quería quedar en la guardería; pero yo lo convencí de quedarse tranquilo... lo convencí diciéndole que era viernes de película", concluye.

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Escrito en: Guardería ABC

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