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La amenaza de la ultraderecha

GABRIEL GUERRA

De un tiempo para acá observamos el surgimiento de una tendencia peligrosa, que se ha ido consolidando como una alternativa cada vez más amenazante. Me refiero a la ultraderecha que, bajo distintos mantos, se ha convertido en el proverbial lobo con piel de oveja de las democracias modernas.

Especialmente alarmantes son los países altamente desarrollados, donde no esperaríamos tales cosas, o naciones europeas que hasta hace poco veíamos como la siguiente frontera del desarrollo y la expansión de los valores de la Unión Europea y han resultado todo lo contrario.

El ejemplo más reciente y más sonado es el de Austria, donde hace unos días el carismático candidato del Partido de la Libertad se quedó a 0.6 % de ganar la elección presidencial. Su partido, fundado originalmente por ex nazis y derechistas extremos, combina una fea mezcla de populismo y xenofobia y se presenta como una alternativa "centrista". Es tal el temor que muchos austriacos le tienen que se unieron en torno al poco conocido y menos popular candidato del Partido Verde para negarle la presidencia al Partido de la Libertad.

En Francia, el igualmente xenófobo y racista Frente Nacional es hace tiempo una presencia real y solida Con frecuencia gana las primeras vueltas en muchas elecciones, pero no logra mayorías absolutas. La Alternativa por Alemania suma cada vez más adeptos a pesar de (o debido a) sus posturas antiinmigrantes y racistas. Hace apenas unos días uno de sus dirigentes dijo de Jerome Boateng, seleccionado nacional y jugador del Bayern Munich, que "a todo mundo gusta como juega, pero nadie lo querría de vecino".

No son demasiado diferentes sus colegas en Holanda, Dinamarca, Suecia o Reino Unido. Y los hay aun más extremos en el este de Europa, concretamente en Polonia, Hungría, Eslovaquia y Grecia, por sólo mencionar algunos.

El hilo conductor es el odio o temor a los extranjeros, el repudio a los partidos políticos tradicionales, el escepticismo en torno a la Unión Europea y un a veces franco, pero casi siempre encubierto rechazo a las instituciones democráticas, que son descritas como herramientas para someter al "pueblo". Ese "pueblo", siempre bueno, que es víctima de políticos, banqueros, organismos internacionales, la burocracia del Estado y, faltaba más, los extranjeros.

Hay un claro paralelismo entre muchos de estos movimientos y al que ha dado a luz Donald Trump en los Estados Unidos. Con su discurso nativista, xenófobo y agresivo, Trump encarna muchos de los valores -si es que así podemos llamarles- de esa extrema derecha europea. La diferencia que explica el rápido ascenso de Trump es que la sociedad estadounidense no tiene la memoria de las experiencias totalitarias de los europeos, y en que el multimillonario estadounidense no tiene hasta el momento un adversario que sepa articular por qué no hay que votar por alguien así.

En la frecuente búsqueda de comparaciones, hay quienes quieren ver en Trump o en las agrupaciones europeas un renacimiento del fascismo o, peor todavía, del nazismo. Si bien hay algunos puntos en los que se podrían encontrar puntos en común, como lo explica muy bien Robert Kagan en un reciente artículo en el Washington Post, lo cierto es que las etiquetas fallan en estos casos. Lo que indudablemente tenemos frente a nosotros es un malestar generalizado con el status quo, con la democracia y sus instituciones, lo mismo en países ricos que en los que están en vías de desarrollo o muy lejos de estarlo.

En ese malestar se apoyan quienes buscan ahora el poder rebasando por la derecha, explotando prejuicios y temores, inflamando el discurso, tensando la ya de por sí muy estirada liga del tejido social. El discurso es simplista a más no poder, lleno de explicaciones tan sencillas que no pueden ser ciertas, pero que son precisamente las que busca la gente enojada, frustrada.

Y el gran riesgo, como ya lo hemos visto en otros lugares y con otras ideologías, es que el populismo utilice a la democracia para vencerla. Así llegan los tiranos, y luego no hay manera de correrlos.

Twitter: @gabrielguerrac

Facebook: Gabriel Guerra Castellanos

Analista político y comunicador

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