El tenista serbio Novak Djokovic, busca conquistar su primer título en Roland Garros. (EFE)
Aunque todavía no ha levantado nunca la Copa de los Mosqueteros, Novak Djokovic ya manda en París, donde impone su estatus de número 1 del mundo, en la pista y fuera de ella.
En su último duelo manejó el partido a su gusto con el objetivo de que acabara antes de que se echara encima la noche.
Djokovic maneja todas sus armas para hacerse con un torneo huérfano de su principal dominador, Rafael Nadal, y de su hombre más carismático, Roger Federer, el preferido de los aficionados franceses.
A la espera de levantar su primera Copa de los Mosqueteros, el serbio ha comenzado a conquistar el corazón de los franceses.
Tras cada partido se dirige a ellos en francés, multiplica las citas con los medios de comunicación, canta, se disfraza, bromea, siempre tiene un gesto amable.
Ya no se comporta como hace unos años, cuando imitaba a Nadal o a John McEnroe. Ya no finge problemas físicos para desestabilizar al rival. Ahora, el bufón de la corte ha accedido al trono, aunque todavía no lo ha conquistado.
Djokovic no lo tendrá nunca tan cerca como en esta edición. Con la baja de Nadal, su ruta hacia su cuarta final aparece totalmente despejada.
De los 7 rivales que figuran en su parte del cuadro, ninguno parece, sobre el papel, en disposición de desviarle de su objetivo, que le convertiría en el octavo tenista de todos los tiempos en poseer los cuatro grandes.
Ninguno de esos siete rivales le ha ganado un partido en los últimos tres años.