The Ugly American

En las últimas décadas los políticos y diplomáticos estadounidenses han mostrado un lado amable. Sus discursos se han llenado de expresiones como democracia y derechos humanos. El lenguaje político estadounidense se ha vuelto tan políticamente correcto que el actual presidente, Barack Obama, obtuvo el Premio Nobel de la Paz en su primer año de gobierno sin haber hecho nada. La fuerza de las palabras puede ser enorme.

Hoy las cosas han cambiado. El lenguaje correcto se pierde en los resquicios del nuevo nacionalismo. Donald Trump ha hecho de la frase "Make America Great Again" la base de su campaña. Sus presentaciones las cierra usualmente con la afirmación de que construirá un muro en la frontera con México. y que hará que México pague por él. Es su fórmula infalible para arrancar una ovación de los asistentes.

El éxito de Trump me ha hecho recordar una novela de 1958 escrita por Eugene Burdick y Willam Lederer, The Ugly American (El americano feo) que fue muy popular en su momento. La narración muestra la arrogancia de diplomáticos y funcionarios estadounidenses en un país asiático que contrasta con la mayor cercanía de los funcionarios soviéticos que consiguen así el respaldo de los locales. John F. Kennedy regaló copias de la novela a todos sus compañeros en el Senado.

Es muy fácil pretender que Trump no puede llegar a la presidencia de los Estados Unidos y descartar su lenguaje y promesas. La verdad es que estamos viendo un renacimiento del populismo nacionalista en el mundo. En Europa éste se refleja en un rechazo de los inmigrantes, especialmente los musulmanes. En el Reino Unido está impulsando una posible salida de la Unión Europea con el argumento de que así se reduciría el ingreso de extranjeros. En Estados Unidos esta actitud se manifiesta en un rechazo a los mexicanos.

La popularidad de Trump, que no pudieron prever ni entender la mayoría de los comentaristas profesionales, demasiado distanciados del sentir de la población, se fundamenta en un rechazo al extraño, al extranjero, que es parte fundamental de la naturaleza humana. Hillary Clinton y Bernie Sanders podrán tener un lenguaje más refinado, pero sus políticas serían fundamentalmente las mismas. Ninguno ha propuesto abrir la inmigración, los tres proponen eliminar o debilitar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Su problema no es el comercio con Canadá, una sociedad blanca y desarrollada, sino con México. El argumento proteccionista que sostiene que la manera de promover una mayor prosperidad en casa es no comerciar con los extranjeros ha permeado en la sociedad estadounidense.

Los políticos están acostumbrados a mentir a los ciudadanos. Bill Clinton hizo campaña contra el TLCAN en 1992, pero al final ratificó el tratado negociado y firmado por su antecesor, George Bush, padre. No es lo mismo, por otra parte, hacer campaña que aplicar políticas de gobierno. Quizá Hillary entiende que el comercio con México beneficia a los dos países, a pesar de que el nuestro tiene el superávit, pero sabe que no conseguirá votos si mantiene esta posición en público. El problema con Sanders sería más profundo: su oposición al comercio internacional es ideológica.

Nosotros tenemos también a nacionalistas que sostienen que el comercio internacional, especialmente con Estados Unidos, es un mal que debe acabarse. Hay un mexicano feo: racista y cerrado. Pero ahora estamos viendo que su contraparte en Estados Unidos obtiene cada vez más poder y no se avergüenza ya de sus ideas.

Las consecuencias pueden ser muy negativas para todos. La apertura a productos, servicios, capitales y personas termina por beneficiar a las sociedades que intercambian. Pero no estamos viviendo tiempos liberales. Han vuelto los tiempos del americano feo.

Los políticos siguen insistiendo en que el Hoy no Circula sí funciona. Las cosas estarían peor sin el programa, dicen. Tengo mis dudas, pero la contaminación ha aumentado desde que el programa se endureció.

Twitter: @SergioSarmiento