Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Me apenó profundamente la noticia del gravísimo percance sufrido por El Pana en la plaza de toros de Ciudad Lerdo, Durango.

Yo quiero mucho a ese señor. No sólo es torero: lo parece. Tiene ese alegre duende sevillano que decía Lorca, y posee también la tristeza que guardan en el fondo los que ejercen el sacerdocio de torear. Es dueño de la misteriosa locura que lleva a algunos a vivir su vida como un mero preludio de la muerte.

Rodolfo Rodríguez, El Pana, es torero y poeta. Su existencia ha estado llena de poesía. Poesía dramática, y ahora trágica. Me ha conmovido siempre su empecinamiento por seguir toreando, por no salir del ruedo a pesar del quebranto de los años y de los años de quebranto.

Lamento ahora contrariar a El Pana. Él, lo sé, quisiera tener muerte de torero. Yo, en cambio, quiero que viva, entero, íntegro, para que evoque con los suyos, con quienes lo queremos, la gloria de sus tardes de triunfo.

Que El Pana viva plenamente, y que nosotros sigamos viviendo con él.

¡Hasta mañana!...

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