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Un guiño a la muerte

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Marcela Pámanes

Me quiero morir de día, con la ventana abierta, un camisón de algodón blanco, acostada en mi cama, con los ojos abiertos para no perder un solo instante, a ver si así me acuerdo en la otra vida cómo fue morirme, no quiero que me pase como cuando nací, que no tengo ni el menor asomo de memoria al respecto.

Quiero que a los que quiero estén presentes, que tengan en la mano su bebida favorita y en la otra, si quieren, un collar de cuentas con el que puedan jugar y calmar la angustia; sé que morirse no es un espectáculo lindo, como tampoco lo es nacer, no espero que lo disfruten, espero que lo aguanten. Quiero que por ahí este la imagen de la película Casa Blanca, si se puede en el fotograma donde Yvoone dice: “¿Te veré esta noche?” Y Rick responde: “Nunca hago planes con tanta anticipación”. También me gustaría que de fondo se escuchara la canción: The Way you Look Tonight con la voz de Frank Sinatra.

El ambiente debe estar perfumado, unas varillas de incienso de sándalo, una vela grande de vainilla, así el olor dulzón se confundirá con el olor amargo de la muerte. En una pared debe estar Muchacha en la ventana de Dalí, me conformo con una buena litografía, si tampoco soy tan exigente.

Luego dejaré una serie de instrucciones las cuales deben seguir casi al pie de la letra: todos los presentes deben arreglarse para despedirme, nada de ir mal plantados, que piensen que van a una fiesta de buen gusto, deben vestir con propiedad, pero sin exagerar; prohibidas las pantaloneras, las camisetas de los equipos de futbol, los pantalones de leopardo, los huaraches de piso, las colas de caballo, las ojeras; los celulares los deberán dejar a la entrada de casa, no vaya siendo que en su ímpetu quieran tomarse una selfie en mi último suspiro; los cuchicheos están restringidos, pregunten a todo pulmón: “¿Ya se está muriendo? ¿Esos ruidos son los estertores?”, o comenten con confianza: “¡Ve cómo respira raro!” Si lo dicen en voz alta igual yo los oigo y me entero que es hora de decir good bye a la vida.

También está prohibido empezar a llamar a amigos que nunca lo fueron en realidad o familiares que han sido todo menos familia. Espero que nadie se atreva a decir que fui muy buena, generosa, amable o amorosa, si vivimos algo que les hizo pensar eso, guárdenlo en su corazón, no lo digan, porque igual a la persona a la que se lo dicen le tocó que yo fuera mala, envidiosa o resentida, así se evitan que el otro no crea en lo que dicen.

Por si las dudas, acuérdense que no quiero respirador artificial, ni nada que obligue a mi cuerpecito a seguir vivo. Nací por cesárea, pero me quiero ir sin cuchillo de por medio. Si ven que estoy muy angustiada, sería lógico, me estoy muriendo, denme una ayudadita, alguna pastillita de esas que dicen hacen ver elefantes rosas, o también pueden buscar al más 'marihuano' de sus amigos e invitarlo a que me regale tantito de su suave aroma.

Sí quiero un sacerdote a mi lado, alguien que me reconforte que espante los fantasmas que seguro me van a visitar en el último momento, no quiero ver alimañas rondando mi cama o vampiros esperando chupar las últimas gotas de mi sangre viva.

La esquela ya está redactada, dirá lo siguiente: “Esperanzada en la bondad infinita de su amigo Jesús, fulanita dejó su cuerpo físico”, y nada más. ¿Sería mucha molestia si piden que me cremen con una foto de mis papás?, hace tanto que no los veo que no vaya a ser que no me reconozcan, de perdida así me los llevo conmigo, también debo ir acompañada con la hoja del libro de Ernesto Sábato, El Túnel donde está contenida la frase: La razón no sirve para la existencia, a ver si en la próxima vida me queda claro.

Ah, olvidaba decir que las prohibiciones también incluyen gastar con motivo del ágape mortuorio, consigan que alguno de mis muchos conocidos que cantan, le entren con fe y alegría a la ambientación, tengan cuidado con la elección de las canciones, no muevan mucho el corazón de los presentes, los kleenex están caros, si pueden, mejor pónganlos a bailar

No sé por qué le tenemos tanto miedo a hablar de lo irremediable cuando es tan liberador. Pensar en la vida es pensar en la muerte, no sé tú, pero yo no quiero morirme sin haberme dado el gusto de por lo menos decir cómo imaginé el ideal de mis últimos respiros. No necesita ser noviembre para hacerle un guiño a la muerte.

Twitter: @mpamanes

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