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Danza de los Tlacololeros:antiguo baile de Guerrero

CHILPANCINGO, GRO.- “Éste es el Tigre, afamado Maizo,/ que bajó por aquel cerrito,/ gran susto le fue a pegar/ al señor del tamborcito./ Este señor asustado, Maizo,/ me ha venido a suplicar/ que cuando el Tigre lo agarre/ un son le ha de tocar”.

La anterior estrofa corresponde a una de las 16 “relaciones” de la danza de los tlacololeros, el más antiguo baile popular de Guerrero y el que integra mayor número de elementos prehispánicos dentro de su génesis mestiza.

Es asimismo la danza más cultivada, competida y celebrada en los viejos barrios populares de la capital guerrerense, donde se le interpreta con ocasión de las fiestas religiosas, cívicas y político-partidistas de Chilpancingo.

Doña Micaela Cayetano, una de sus promotoras más conocidas, quien actualmente cuenta con ayuda por parte del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC), explicó que el baile representa la batalla de los agricultores con los agrestes terrenos de la región montañosa, los cuales tienen que desbrozar y barbechar con mucha dificultad para cultivar maíz.

La palabra mexica tlacolol alude a las milpas montaraces e inclinadas, en laderas y terrazas, donde el campesino debe enfrentar también a animales y fieras dañinos para los sembradíos.

Por ello, los principales actores de la danza son animales como el Tigre y la Perra Maravilla, productos de cultivo como Maizo y personajes humanos como los Cazadores, El Salvador y el Tlacuachero.

En la trama los protagonistas –catorce bailarines más el Tigre y el Pitero- bailan al sonido de la flauta y un pequeño tambor para representar la persecución del Tigre, principal dañero de cosechas y animales de corral.

En el bando de los campesinos que defienden su tlacolo milita la Perra Maravilla, cuyo papel consiste en azuzar al Tigre para entregarlo a los tlacololeros, quienes lo golpean con chirriones.

Doña Micaela, junto con sus hijos América y Alfredo Rodríguez Cayetano, es organizadora por herencia de los tlacololeros desde la muerte de su esposo, en quien por muchos años recayó la responsabilidad de mantener esta tradición.

La danza es una de las mayores atracciones de la capital guerrerense en Semana Santa, en el Día de la Santa Cruz (3 de mayo), en la fiesta patronal de San Mateo (21 de septiembre), el 12 de diciembre día de la Virgen de Guadalupe y el 24 de diciembre en la Nochebuena.

Uno de los aspectos más espectaculares de este baile es el golpe de los “chirriones” en el aire y contra el piso para simbolizar el trueno y el relámpago que asustan al Tigre, práctica que a menudo se convierte en batalla entre danzantes de un mismo grupo u otras comparsas.

En las calles de Chilpancingo estas “batallas” han derivado en peleas auténticas entre danzantes de los cuatro barrios de Chilpancingo (San Mateo, San Antonio, Santa Cruz y San Francisco) y la zona centro, con saldo de heridas y contusiones serias.

La causa es por demás obvia: los “chirriones” son verdaderos látigos fabricados con alambres de acero trenzado del tamaño de una a tres o cuatro serpientes de cascabel, cuyo impacto provoca heridas de piel y eventualmente fracturas.

Por eso los danzantes visten –además de las máscaras que representan a los protagonistas- chaparreras de cuero, calzones de manta, huaraches y gruesos costales de ixtle encima de capas de yerba de huastle para protegerse de los golpes.

Alfredo y América Rodríguez Cayetano, partícipes sobresalientes de esta tradición ayudan a doña Micaela al cuidado, diseño y conservación del vestuario y del adorno con flores de papel sobre sombreros de palma, así como de los ensayos de la hermosa coreografía.

Ésta es animada –refiere la señora Cayetano- con 16 sones: La Entrada, El Topado, El Cruzado o Enredado, El Corral de Cuatro, Topado Doble, El Lampareado, El Zonzo, La Cucaracha, El Sembrado, La Matanza, Las Relaciones, El Zarandeado, La Cadena, El Cruzado Brincado, El Porrazo de Tigres y la Salida.

En la representación participan doce tlacololeros, el Tigre y la Perra Maravilla, los principales actores. Ocho días antes de cada celebración, los artistas se visten con sus disfraces para hacer el “pendón”, que consiste en recorrer las calles para invitar a los habitantes de Chilpancingo que acudan a verlos. La danza simboliza genéricamente el ciclo agrícola del maíz.

Los danzantes recorren las principales avenidas de la ciudad y culminan su actuación en la plaza de armas en un ambiente de carnaval, independientemente de que la festividad sea cívica o religiosa.

“Cada barrio de Chilpo –dice doña Micaela- tiene su propia danza y la del nuestro, San Mateo, es la de los tlacololeros. La gente de los otros barrios baila Los Moros, Los Cabezones, Los Diablos, Los Santiagos, Los Manueles y Los Chilenos, que también nosotros conocemos”.

Se cree que la danza de los tlacololeros se hacía antes de la conquista en la región de Chilapa y que su ascendiente directa fue los Zayocapoteros, palabra mestiza compuesta con los conceptos zoyate (mexica) y capote (español) para significar “capote de zoyate”.

Los campesinos de Chilapa solían tejer capotes de zoyate para protegerse de la lluvia y los zoyacapoteros los utilizaban para bailar, usando bajo aquéllos su ropa cotidiana: calzón, cotón y huarache. Las máscaras eran toscas, sin pintar, hechas de madera del zompantli, ahora conocido como colorín o pito.

El momento más importante del baile es cuando los tlacololeros cercan al Tigre, los chirriones suenan al contacto con el pavimento, la Perra Maravilla gruñe sin cesar, hay mucha bulla, los tlacololeros se golpean entre ellos y el baile termina con la muerte de aquél.

Así esta tradición, muy arraigada en el gusto de los guerrerenses, se ha ido guardando gracias al entusiasmo de personas como doña Micaela Cayetano, que con orgullo dice: “no me importa ir de un lado a otro tocando puertas para que me apoyen en esta misión que me he impuesto”.

La anima también el gran entusiasmo de sus hijos por mantener la herencia cultural de su padre, quien fue apasionado impulsor de la danza, así como respaldos materiales como el que le brindó el Programa de Apoyo a Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) para adquirir el vestuario de su grupo.

“Vamos, vamos compañeros/ que es hora de trabajar/ por esos montes y cerros) a buscar ese animal./ Granjeros y fabriqueros/ me han venido a suplicar/ que les ha roto los cueros,/ les ha tirado el mezcal/ y ya no los deja trabajar”.

A estos versos, dice Maizo en otra de las “relaciones” de la parte final del drama coreográfico, da respuesta la Perra Maravilla: “Éste es el Tigre, mi querido Maizo,/ que bajó de Apatzingo,/ un porrazo va a jugar/ en la feria de Chilpancingo”.

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