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Papa en México

Exigen al Papa voz crítica

SI ALGO ESPERA JAVIER SICILIA DE LA VISITA DEL PONTíFICE ES QUE LOGRE 'AZUZAR LA ESPERANZA'

Discurso. Muchos estarán pendientes de los mensajes que dé el Papa durante su estancia en México.

Discurso. Muchos estarán pendientes de los mensajes que dé el Papa durante su estancia en México.

AGENCIA REFORMA

El Papa Francisco llega a un país con un episcopado reacio a su mensaje. Los obispos mexicanos están más cerca del inmovilismo de la Iglesia que de la renovación del espíritu evangélico, señala el dramaturgo y director de escena Luis de Tavira.

"Es una clerecía formada por lobos disfrazados de corderos, que no lo quieren y lo miran con enorme resistencia", asegura quien durante una década formó parte de la Compañía de Jesús.

De Tavira subraya el gesto de que Francisco viaje a San Cristóbal de las Casas para honrar la memoria del tatic Samuel Ruiz. "Es un mensaje para la curia que tanto lo hostigó y que condenó su pastoral indígena. Una toma de posición clara".

El gran desafío del Papa, considera, será abordar, como líder espiritual, pero también como jefe del Estado Vaticano, temas dolorosos y punzantes como la violencia y el narcotráfico. Deberá además evitar el uso político de su visita, y entender la complejidad de la fe de un país que, antes que cristiano, es mariano.

"No tengo duda de que su deseo es llevar el consuelo y la solidaridad a los padres de los desaparecidos, los de Ayotzinapa, pero también los de Tierra Blanca. ¿Cómo quedarse callado? ¿Cómo no estar a su lado?".

Para el escritor Javier Sicilia, Francisco no debe pensar en mediar con el Gobierno. "El Papa tiene que medirse con Cristo, no con la política de los hombres".

A veces, la forma es el fondo, advierte el historiador Jean Meyer. "No sé qué hará el Papa en México, pero aún si no abriese la boca, su itinerario es simbólicamente muy claro. En Cuba fue demasiado cortés con el régimen autoritario de los Castro".

Francisco es un hombre que se mueve entre el mundo del Evangelio y el del César. "Así es como lo veo", afirma Sicilia. Su fuerza y su carisma se ven enfrentados a una estructura eclesial anquilosada, pervertida, casi irreformable, precisa.

"No es que le falte capacidad para cambiar las cosas, es que la estructura se lo impide. Pasa lo mismo con el Estado mexicano: las buenas personas no bastan para reformar su pudrimiento".

Los cristianos que exigen cambios en la Iglesia están ahí, dice Sicilia. "Pero somos apenas un puñado, mediado por una ideología católica de sometimiento que impide permear el aparato palaciego".

Si algo espera el poeta de la visita de Francisco es que logre "azuzar la esperanza".

"Debería abordar, sobre todo, porque es la punta del iceberg, la corrupción del Estado", considera. "Un Estado tan corrompido sólo puede hacer que el crimen florezca. Y creo también que tendría que darle la cara a las víctimas".

Pero no a las víctimas cómodas, cooptadas por el sistema, advierte, sino a los padres de Ayotzinapa o del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

"La esperanza de que el Papa vaya más allá del encapsulamiento oficial es su itinerario --su paso por Ecatepec, San Cristóbal de las Casas, Morelia, Ciudad Juárez--, son símbolos que hablan de una posible salida evangélica para mostrar el horror que estamos viviendo".

La Iglesia tiene una agenda de pendientes, considera De Tavira, que no puede dejar de enfrentar, desde la ordenación de las mujeres hasta el celibato sacerdotal. "Pienso que Francisco está apostando a una renovación que surja desde abajo, y eso cuestiona y compromete a quienes se dicen o intentan ser cristianos".

Meyer plantea que la Iglesia católica nunca ha sido una monarquía absoluta, es por eso que el Papa no puede imponer su voluntad. "Tan es así que Benedicto XVI renunció para presionar a favor de reformas que no podía implantar. Ahora bien, el asunto de la píldora anticonceptiva o del celibato sacerdotal no son dogmas de fe y se podrían solucionar de manera relativamente fácil".

Lo que Sicilia desea del futuro es que el Papa llame a un nuevo concilio. El mundo era muy distinto, asegura, cuando Juan XXIII inauguró en 1962 el Concilio Vaticano II. "Ahora está la emergencia de los homosexuales, de los pueblos indios, de los desplazados del sistema. ¿Cómo se enfrenta a un mundo que está cerca del fin de los tiempos? No basta un acto del Papa, hay que convocar a la Iglesia".

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