La visita del Papa Francisco a nuestro país, tiene por objeto el acompañar a los mexicanos en el sufrimiento que infieren algunos de los principales problemas de nuestra vida pública: La pobreza extrema, la emigración de miles de compatriotas nuestros en busca de mejores condiciones de vida y la inseguridad por causa del crimen organizado.
Al igual que el viaje realizado por el Papa a los Estados Unidos y a Cuba el año pasado, la visita a México muestra a la agenda de la Iglesia en toda la amplitud del fenómeno humano, dejando atrás los tiempos recientes en los que la Iglesia estuvo arrinconada contra las cuerdas, golpeada por los temas recurrentes del Banco del Vaticano y de los curas pederastas.
El mérito al respecto es de Jorge Bergoglio, que es un fajador real y mediático largamente entrenado en el púlpito y en los barrios pobres de Buenos Aires, durante su larga confrontación primero con la Junta Militar Argentina en sus tiempos de Provincial de los Jesuitas, y posteriormente con el régimen populista y corrupto de los Kirchner, cuando fue Cardenal Arzobispo Primado en el país de la plata.
Bergoglio ha cristalizado el esfuerzo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, en el sentido de superar la dialéctica postconciliar entre el respeto a la tradición y los intentos de adaptar a la Iglesia a las condiciones adversas del mundo actual; ha dejado de lado la teología de la liberación que no resistió el análisis de Ratzinger sumado a la caída del comunismo, y ha restaurado la teología que pone a Cristo en el centro del universo y de la historia, por encima del protagonismo autónomo que los poderes del mundo pretenden asignar a la Iglesia.
La síntesis entre la diversidad que acoge la Iglesia mexicana, se concreta en la canonización de José Sánchez del Río el niño soldado del ejército cristero que fue torturado y martirizado por el Régimen de la Revolución, y la visita a Chiapas de Fray Bartolomé de las Casas, región que fue reducto del Obispo Samuel Ruíz y de la extinta teología de la liberación, y que ahora es atendida como muchas otras regiones del mundo mediante una inculturación religiosa popular e indigenista, ya desprovista del ingrediente marxista de lucha de clases.
En Ciudad Juárez Francisco abordará el drama de la migración que rebasa nuestras fronteras desde América Central hasta Canadá y en Michoacán, tierra de misión de Vasco de Quiroga, confrontará al flagelo del crimen organizado.
No faltará quien insista en poner en un primer nivel de atención en la visita papal, la anulación del matrimonio de la Primera Dama del país o la solicitud fallida del movimiento de Ayotzinapa, en busca de una entrevista en privado con el Papa, que fue descartada en días pasados según el encargado de prensa del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi.
El Papa ha insistido que viene "en son de paz…" a nuestro país, pero es seguro que el signo de contradicción que implica lo cristiano frente al mundo, saldrá a relucir al abordar los temas centrales de la visita, porque después de todo, Francisco señala en forma insistente los abusos del sistema financiero internacional como una de las causas principales tanto de la pobreza, como de las migraciones masivas y el tráfico de personas; seguramente el Papa hará referencia a la "economía de exclusión" que tiene a los pueblos a merced de los mercados financieros y una vez más dirá "no al dinero que gobierna en lugar de servir".
Otro de los temas que los mexicanos esperamos que trate el Sumo Pontífice, es el de la corrupción que carcome las entrañas de gobierno y sociedad, que en el caso de nuestro país se dice que representa el nueve por ciento del producto interno bruto y que ha sido reconocida por el Presidente Enrique Peña Nieto como fuente cultural y de gobernabilidad. El tratamiento de este tópico, será como mentar la soga en casa del ahorcado.
