Es hermosa la chica, y desenvuelta.
Estoy disfrutando un sabrosísimo machacado con huevo en el Regio de Gonzalitos, tradicional y excelente restorán de Monterrey. Se acerca a mi mesa la muchacha y me pide que le permita tomarse una fotografía conmigo.
Accedo, desde luego, halagado. Me pongo en pie, paso mi brazo por el hombro de la chica, y esbozo mi mejor sonrisa. Con el rabillo del ojo miro disimuladamente a ver si los demás comensales están apreciando mi popularidad.
La amiga de la hermosa chica nos toma la foto con su iPhone. Ve el retrato la hermosa chica y dice:
-Salí bien.
En seguida se dirige a mí:
-Perdone que lo haya molestado, pero es que estoy haciendo mi tesis sobre la ancianidad, y le voy a decir a mi maestro que lo entrevisté.
Se va sin más. Me siento, mohíno-me siento mohíno- , y con el rabillo del ojo miro disimuladamente a ver si los demás comensales se están riendo de mí. Ahora el sabrosísimo machacado ya no me sabe tan sabroso.
¡Hasta mañana!...