Hace 27 días, Carlos Celaya Ávila salió de su natal Honduras para emprender, por segunda ocasión, su viaje al llamado "sueño americano", sacrificando la fiesta de Navidad, la cual quizá viva a bordo de un tren de carga. Su destino será Los Ángeles, California.
En casa dejó a su esposa y a su pequeño de un año y siete meses de edad, quienes esperarán su regreso, pues llevarlos hacia los Estados Unidos no está entre sus planes. "No quisiera que ellos pasaran esto… lo que siempre le he dicho a ella, mejor me la juego yo como pueda y no ellos", dice con tristeza.
Tiene 25 años y no es la primera vez que emprende esta aventura. Cuenta que fue en junio cuando salió de la Ceiba, departamento de la Atlántida, en Honduras, pero sólo alcanzó a llegar al puerto de Veracruz, pues fue descubierto por autoridades del Instituto Nacional de Migración, y lo deportaron a su país.
Y fue el 27 de noviembre cuando nuevamente salió de casa con una mochila en la espalda con ropa y documentos, y en sus bolsillos algo de dinero.
Llegar hasta Torreón no fue fácil. Si bien salió de casa en autobús rumbo a Ceibo, frontera entre Guatemala y México, al bajar en esa comunidad, caminó durante un día y medio hasta llegar a Tabasco, México. "Son 53 kilómetros que se recorren en un día y medio para no ser descubiertos por las autoridades mexicanas de migración", dijo.
Desde ahí comenzó su aventura en tren. Con un mapa en mano, que cuenta con la ubicación de los refugios en donde pueden ser atendidos o simplemente "tomar un aire" para continuar su viaje, recorrió varias comunidades cuyos nombres no recuerda. "Uno pasa por tantos pueblos que no sabe cómo se llama".
Al igual que él, son cientos los que emprenden una misma aventura con un mismo sueño: llegar a los Estados Unidos, pero sólo unos cuantos lo logran. "Son pocos, porque es raro el que alcanza a llegar hasta acá; a mucha gente le da miedo por toda la delincuencia que se vive aquí, por todo, le da miedo porque está cabrón por todos los ladrones que andan en el tren", cuenta el joven migrante.
Por fortuna, dice que durante sus 26 días de camino antes de llegar a Torreón, no sufrió ni robos, ni agresiones, únicamente fue bajado del tren por unos "garroteros" o trabajadores del ferrocarril, de quienes logró escapar. "Corrí al monte, antes de llegar a Tierra Blanca, no sé en donde está porque uno pasa por tantos pueblos que no sabe cómo se llama".
Después de eso, continuó con dos nuevos amigos, ambos del Salvador, a quienes conoció en la ciudad de México, ya que el compañero que salió con él desde Honduras, sufrió un accidente que lo hizo regresar. "Un amigo se zafó el tobillo, lo entregué a la Cruz Roja, lo mandaron enyesado, y tuve que seguirle yo sólo hasta que me encontré a ellos", recuerda.
Durante su viaje, aunque las cosas no han sido fáciles, asegura que se ha topado con gente amable y dispuesta a ayudar. Como en su llegada a Torreón, en donde una familia se ofreció a llevarlos a la Casa del Migrante Jesús Torres, no sin antes llevarlos a desayunar.
Antes de continuar su camino rumbo a la frontera con los Estados Unidos, Carlos dijo "que sea la voluntad de Dios lo que pase, él es el único que nos ayuda, y nos va a llevar seguros".
Lejos de casa. Carlos probablemente pasará la Nochebuena a bordo de un tren de carga en busca del 'sueño americano'. (GUADALUPE MIRANDA)
