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¿Bohemia o vida disipada?

JORGE ZEPEDA PATTERSON

Brasil, Chile, Panamá y Argentina, entre otras naciones, ya han tenido a una mujer al frente del gobierno. En México, ni de cerca. ¿Obedece a que el machismo es más intenso en nuestro país o simplemente se trata de que las mujeres que lo han intentado han carecido del perfil necesario?

La pregunta parecería ociosa salvo por dos circunstancias; el machucón que recibió esta semana Andrés Manuel López Obrador al cuestionar las aspiraciones de Margarita Zavala, y el interesante libro de Katia D → Artigues que comienza a circular sobre la experiencia de Cecilia Soto, Patricia Mercado y Josefina Vázquez Mota en sus respectivas campañas presidenciales.

Lo de López Obrador quedará como un mero incidente en el largo proceso que nos llevará hasta el 2018, pero revela algo significativo: en los nuevos tiempos de lo políticamente incorrecto no sólo las mujeres candidato son víctimas de la misoginia, también sus rivales. El cuestionamiento que hizo el tabasqueño en el sentido de que la intentona de Margarita entrañaría el regreso de Felipe Calderón a Los Pinos, fue exhibido como una descalificación en contra de las mujeres, al asumirlas como mera extensión de sus maridos. Y ciertamente el fraseo de López Obrador no fue el más afortunado.

Los mexicanos tenemos todo el derecho de cuestionar la posibilidad de que regrese al poder la fracción política que ya gobernó; Margarita Zavala no es su marido, pero ella asumió tareas importantes a lo largo de su administración en actos de representación, de relaciones públicas, de copiloto de la nave. Tras seis años de vivir en Los Pinos no puede eximirse de toda responsabilidad en el balance que deja la administración calderonista. En ese sentido, es legitima la crítica que pueda hacer un rival político siempre y cuando la argumentación no remita a cuestiones de género. Lo cual, comenzamos a ver, no será nada sencillo.

Ahora bien, no nos engañemos. Si el asunto de la misoginia es complicada para sus competidores lo es aún más para las propias candidatas. Y justamente esa es una de las virtudes del libro Una lección para todas (aciertos y errores de tres mujeres en campaña), D → Artigues. Aunque las campañas de Cecilia Soto, Patricia Mercado y Josefina Vázquez Mota ocurrieron en distintos momentos y desde plataformas diferentes (Soto por el PT en 1994; Mercado por Alternativa Socialdemócrata en 2006 y Vázquez Mota por el PAN en 2012), las tres enfrentaron un ambiente hostil.

No diré que aspirar a la presidencia es para una mujer algo parecido a meterse en un vestuario de hombres o ser capitana de pelotón en un campo de batalla. Pero los testimonios de las tres no dejan duda de los obstáculos adicionales que enfrenta un candidato simplemente porque no se llama Cecilio, Patricio o José.

Para empezar, por los muchos patrones que tiene la campaña. En todo proceso electoral la relación del candidato con los otros actores políticos de su partido es complicada. No se puede ganar sin ellos: el presidente y otros líderes de su corriente, los gobernadores y alcaldes correligionarios, los hombres de poder regionales y desde luego, los que hacen aportaciones económicas. Por lo general se trata de un mundo de hombres. Y todos ellos se sienten con el derecho de mandar, o por lo menos de creer que pueden influir en mayor medida si se trata de una mujer. Todo candidato tiene que lidiar con eso, pero mucho menos José que Josefina. O termina dando un manotazo, con lo cual es una bruja o algo peor, o acaba sonriendo a diestra y siniestra, con lo cual es considerada una flor demasiado frágil para la tarea y confirma el prejuicio que afirma que una mujer no puede.

Luego está el tema de la prensa y la opinión pública. Desde los locutores que le hablan de usted a Peña Nieto y a López Obrador pero de tú a Josefina (lo cual reduce la percepción de ser un material presidenciable), hasta los temas de vida privada y familiar que Patricio no tiene que responder pero Patricia sí. Mientras no se ponga calcetines rojos o sacos amarillos el atuendo del candidato Cecilio es irrelevante en la campaña, pero los centímetros de la falda de Cecilia y el entallado de su pantalón se vuelven temas virales en las redes sociales. Por no hablar del examen del comportamiento de sus hijos. Temas, todos ellos, susceptibles de convertirse en material inflamable en el caso de una candidata. O como dicen en el barrio: lo que en él es bohemia, en ella es vida disipada.

¿Cuántos de los casi 13 millones de votos que obtuvo habría perdido Vázquez Mota si ella tuviera un hijo abandonado o no reconocido por allí? Algo que no pareció importarles a ninguno de los casi 19 millones que votaron por el candidato priista. De eso y algunas otras infamias podremos enterarnos en esta sabroso recuento que hace Katia.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

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Escrito en: Jorge Zepeda Patterson

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