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¡DETÉN AL RATÓN!

Gaby Vargas

Me lo habían platicado en una ocasión, pero lo encontraba difícil de creer. Sin embargo, pienso que lo que aprendí ese día lo tienen que saber muchas personas.

Abraham, un querido amigo, me citó en su laboratorio para mostrarme todo lo que hoy se puede hacer con las células madres que se extraen de los dientes, lo cual me pareció como de ciencia ficción.

Me quedé con la boca abierta al escucharlo hablar sobre los descubrimientos científicos para regenerar las células y aliviar un sinfín de padecimientos. Lo mismo que al recorrer el área de investigación, las cámaras de criogenia, ver fotos de tejido regenerado en huesos y piel de animales.

Por lo pronto, te platico querido lector, lectora, que si en un futuro quieres tener células que reparen tus órganos o tejidos, cartílagos, músculos, huesos y piel, entre otros, ponte muy pendiente de cuando el ratón de tu hijo o nieto vaya a llegar y ¡no lo dejes ir! Y si a ti o a un hijo le extraen la muela del juicio, pide que te la den para extraer las células madre cuanto antes -ya que tienen un tiempo de caducidad.

Se ha descubierto que en la pulpa de los dientes se almacena una gran cantidad de células no diferenciadas (conocidas como mesenquimales) que provienen de la cresta neural -es decir, de las mismas células que formaron tu médula espinal y tus neuronas durante la gestación y que se encapsularon en los dientes.

Bueno, pues si se aíslan esas células con mucho cuidado, se pueden cultivar para multiplicarlas en una incubadora y después diferenciarlas según el tipo de células que se requiera. Imagina que al ponerlas en distintos medios de cultivo, pueden adquirir funciones más específicas ¡y formar neuronas, ligamentos, células creadoras de hueso, ojo y corazón! ¿No es increíble?

La posibilidad médica de reparar tejidos, órganos o incluso recobrar su vitalidad me parece tan importante como el descubrimiento que Colón hizo de las Américas. Los órganos internos se desgastan por el uso tanto como la piel, cuyo cambio podemos observar por ser externo.

Un ejemplo muy claro de la diferencia entre células jóvenes y células maduras es la rapidez con la que un niño se recupera después de una fractura de brazo. Lo inmovilizan unas semanas y listo, su propio organismo repara el hueso lastimado. En el caso de un adulto, es factible que la misma fractura requiera de una operación y hasta de un clavo.

Ahora bien, lo increíble es que esta medicina regenerativa busca implantar células en ese lugar, para que el hueso o tejido que está lastimado pueda regenerarse sin ayuda de agentes externos que el cuerpo puede rechazar. ¿Calculas entonces las implicaciones de esta tecnología médica?

Pienso en mi padre, quien vivió más de 25 años con Parkinson y que siempre dijo que estaba seguro de que al morirse encontrarían la cura. Si bien no es la cura como tal, la medicina regenerativa busca que las personas con Parkinson, artritis reumatoide, Alzheimer, diabetes o con enfermedades de corazón, puedan gozar de una mejor calidad de vida.

Las células madre son la materia prima de tu cuerpo. Al extraerlas, multiplicarlas y congelarlas, creas la oportunidad de acceder a tu propia "reserva". Además, éstas se quedan con la edad que tienen en el momento en que se guardan. Esto implica que si una persona de 20 años guarda por prevención sus células, cuando tenga 50 años y quiera usarlas, tendrán la vitalidad que tenían 30 años atrás.

Así que, como puedes ver, no dejes ir al ratón. Captura todas las posibilidades que hay en un pequeño diente para asegurar tus células y, de alguna manera, vivir más tranquilo.

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