PARTE II
Esta noche no es posible extraviar, en librería Gandhi Torreón, en punto de las 7:00 p.m., a cuatro mujeres. Las primeras tres son la madre, la esposa y la hermana de Juan Pablo Escobar Henao, de Juan Sebastián Marroquín Santos.
Hoy serán presentados dos libros. El primero es Pablo Escobar, mi padre (Ed. Planeta, 3ª reimpresión, México, 2015). La pluma abierta de su autor, Juan Pablo Escobar, ahora Juan Sebastián Marroquín, en las primeras páginas invita a los lectores a no ser confundido con su padre y sí recordado como un ser humano con su propia historia. Petición que, en sí misma, ya entraña sensibilidad desde unas fibras apesadumbradas. Un talante herido que se presenta con la sencillez de quien necesita paz después de haber lidiado batallas ajenas como si fueran propias. Al leer a Juan Pablo, al analizar a Juan Sebastián, la figura paterna es tinta negra que corre por las cuartillas. Pero también son los espacios en blanco. Es el aire entre renglones. Es la tranquilidad del perdón y la reconciliación.
El hijo de quien llegó a controlar el mercado mundial de cocaína y, como consecuencia, inimaginables ámbitos públicos y privados, comparte distintas facetas de su padre en un libro cautivante.
El segundo libro a presentar hoy es Atrévete. Propuesta hereje contra la violencia en México (Ed. Aguilar, México, 2014) de Sara Sefchovich.
Andrea, Victoria, Manuela. Y Sara. Cuatro mujeres. Si las historias de las tres primeras fueran contrastadas con algunos de los argumentos heréticos de Atrévete, ¿qué aparecería en consecuencia? ¿Qué resultaría de aquella ecuación diferencial amor-odio en la que Juan Pablo, Juan Sebastián, fue atrevido, hereje y hombre?
Señala Sara: "La madre, sin importar si trabaja fuera de la casa o no, si tiene intereses y proyectos propios o no, si participa en algún grupo u organización a favor de una causa, es ante todo y por encima de cualquier otra cosa eso: madre. Así se la ha caracterizado y estereotipado en el mundo desde siempre. (…) Pues bien: es hora de que la madre también pueda existir como ser humano capaz de tomar decisiones, de intervenir y de actuar, de ser escuchada" (p. 139). Páginas atrás, Sara quien de nuevo se atreve. De mujer a mujeres: "(El) poder lo tienes tú, madre y esposa, abuela y hermana, novia y amiga de un hombre violento. Hasta hoy no has intervenido porque no te consideras responsable de lo que hace tu hijo, tu esposo, tu novio, tu hermano. Pero tú también tienes las manos manchadas de sangre. No eres inocente. Eres cómplice. Mujer: ¿has pensado en lo que significa no callar, no fingir que no sabes, no pretender que no es asunto tuyo? Atrévete. No lo defiendas. No lo solapes. No lo escondas. No lo ayudes. No jures que es inocente. Atrévete a indignarte por su comportamiento, atrévete a obligarlo a cambiar" (pp. 165-166).
En la parte primera de esta entrega, fue expuesta la respetuosa solidaridad ante el dolor de Juan Pablo, de Juan Sebastián. Arquitecto en funciones. Padre, esposo, hermano. Activista. Buscador de paz. El por siempre hijo de uno de los narcotraficantes más peligrosos del mundo, pero también, como él afirma, una persona con su propia realidad. Juan Pablo, Juan Sebastián ha declarado en varias entrevistas que nadie -nunca- le podrá prohibir amar a su padre intensamente, así como tampoco nadie -nunca-le pudo convencer de irse de su lado, leal, en momentos críticos, donde la criminalidad del capo mayor era evidente y nada lo detenía para conseguir sus objetivos. Pero, entonces, ¿qué decir de Andrea, Victoria y Manuela? Ellas también estuvieron ahí, en medio del caos. A través de ellas y de ellos, ambos libros, Pablo Escobar, mi padre y Atrévete, abren un debate nada sencillo. Hora es de abrirlo.
Aunque cale lo cobarde, aunque latigue el miedo, el primer paso es el de la sinceridad. Acaso el más osado. El más atrevido. A ver quién lo da. A ver quién acepta sus costos y sus beneficios. A ver quién lo logra sin olvidarse, además, del ser solidario.
