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NO HAY QUE TEMERLE A LA VEJEZ

"La vejez es el precio de vivir muchos años".

Dr. Leonel Rodríguez R.

Cómo me gustó el mensaje de Juan Recaredo: "No hay que temerle a la vejez", en su columna "Las palabras tienen la palabra" y todo lo que en él menciona, publicado el 4 del presente mes y cuyo título lo hago mío al escribir estas reflexiones.

Contrario a lo que le sucedió al señor Recaredo cuando arribó al cincuentenario de su natalicio, en lo personal viví emociones diferentes: dos meses antes de arribar a este aniversario, me cayó, como dicen, "el veinte" de que en poco tiempo arribaría a medio siglo de vida y fui invadido de una gran emoción, ¡cincuenta años!, ¡medio siglo!, ¡cinco décadas!, ¡diez lustros!, ¡qué gran alegría invadió a mi espíritu!, a eso que llaman alma.

Sin embargo, conforme se acercaba la fecha, el día tan esperado, me invadió el temor acompañado de angustia, la duda, de no llegar a esta significativa fecha, a tal grado que con fervor cristiano acudí al Señor y le pedí llegar a ese aniversario y de ser su voluntad a partir del momento de traspasar los dinteles del medio siglo, acudiría a su llamado al momento que así Él lo determinara sin poner ninguna objeción y, ¡me lo concedió!: llegar a esos mis cincuenta primeros años de vida.

Todavía revivo el primer segundo, el primer minuto, la primera hora de mi nueva edad; todavía después de más de veintitrés años recuerdo esos momentos y aquel pensamiento que vino a mi mente: "lo que caiga de aquí en adelante será miel y trataré de aprovecharlo al máximo".

En mis archivos, guardo aquel mensaje que escribí a mis hijos con el título de: "A mis queridos muchachitos" y la frase que lo procede: "Opino que a los cincuenta años cada uno tiene la cara que merece", reflexión de George Orwell. Porque en realidad, aún cuando los dos mayores eran ya unos jóvenes, para mí no dejaban de ser unos niños, ¡unos muchachitos!, ni en aquel entonces, muchos menos ahora.

¡Cuánto les digo en esa misiva!, cuánto me ayudó a realizar un análisis de mis cinco décadas vividas, y contrario a lo que menciona el señor Recaredo, desde entonces sentí o me hizo reflexionar que nunca, menos ahora que ya llegué a esa tercera edad que tanto se menciona, le he temido a la vejez. Llegar a esta etapa de mi vida me llena de orgullo y satisfacción y arrastro actualmente mis setenta y tres años con mucha dignidad, con gran orgullo.

¡Cuántos sucesos se han sucedido en estos últimos veintitrés años! Los hijos siguieron creciendo, siguieron madurando, lograron una misma licenciatura, una misma profesión, jamás lamenté que ninguno de ellos siguiera mi profesión, nunca lamenté ni me sentí defraudado de que no se hayan inclinado por mi profesión, como veía en muchos hijos de mis compañeros y amigos de la generación y otras que nos antecedieron; los tres se casaron, formaron un nuevo hogar, de ellos provino una nueva generación de ocho nietos, cinco varones y tres hermosas doncellas, los cuales perpetuarán el recuerdo de tantas y tantas generaciones que nos han precedido.

Aun cuando era (y sigo siendo un enamorado de mi especialidad) y sentir terror de que algún día llegaría el momento de la jubilación, por motivos de salud, decidí al llegar a los sesenta años, retirarme del ejercicio de mi profesión institucionalmente.

Tuve dos años para madurar mi determinación, y llegado el momento, ya sin pensarlo más, solicito mi retiro por cesantía y así fue. En un mensaje que titulé "Misión cumplida", narro los propósitos que me llevaron a esa determinación y con gran satisfacción leo que los propósitos allí mencionados los he superado de una manera superlativa.

…Hace más de trece años le di un giro a mi vida: me jubilé y me dedico, entre otras cosas y lleno de entusiasmo, de energía, a algo que no estaba dentro de mis proyectos, me inicio en el deporte de caminar, trotar y sería muy vanidoso decir a "correr", sin embargo, con mi paso "chingaquedito", he culminado maratones, medios maratones y carreras de treinta y seis kilómetros en solitario, así como de quince, diez, cinco y hasta de dos kilómetros; sigo escribiendo, no todo lo que quisiera hacerlo, pues como dice el escritor mexicano Rubén Cortés: "El secreto de escribir está en la mirada. Si uno tiene la de Ernest Hemingway y se lee 500 libros antes de escribir uno, seguro que le va a ir bien en este oficio".

Leo como desesperado, ya que dicen que con esto pudiéramos evitar que el alemán nos atrape y de vez en cuando me da por filosofar, y viene a mi mente aquella reflexión que nació un día y que a la letra dice: "Cuando los mortales realizamos con amor y entusiasmo las actividades que más nos agradan, las enfermedades y la muerte dejan de perseguirnos". Nueva Rosita, Coah., 29-06-2006.

Y aun cuando reconozco que pierdo despiadada y lastimosamente muchas horas de un día, me justifico con pensar que durante ellas nacen nuevas ideas, nuevos proyectos nuevos caminos a recorrer y nuevos títulos de mensajes que ya están en elaboración, tales como: "Mi próstata y yo", "Y yo que pensaba que era inmortal", "De Torreón a Lerdo no es tan sólo una polka; también es una gran carrera"; ¡ah!, esas esquelas necrológicas y que poco a poco les voy dando forma y todo esto aparece en esos minutos de holganza aunque sean muy breves, nacen todos estos proyectos.

"El arte de envejecer consiste en conservar alguna esperanza", menciona el señor Recaredo, y estoy de acuerdo con él, y en lo personal agregaría: "Que nunca nos falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo nuevo que aprender, un lugar a donde ir y alguien a quien querer", y así es, siempre de los siempres tenemos, debemos, tener no uno, sino un sinfín de proyectos, muchas metas a las que hay que llegar, muchos sueños que hacer realidad, siempre y cuando estén dentro de lo que podemos realizar, no como dicen, tener sueños guajiros, sueños irrealizables, a mi edad, y como un amante del deporte del correr, no pensar en realizar un triatlón, ya que si no lo realicé en mis años mozos, menos en esta etapa de mi vida.

Igualmente, si en los años de nuestra lejana juventud proyectamos metas a largo y mediano, qué bien, máxime si esas metas a quince o veinte años las llevamos, las hicimos realidad; en la actualidad, tan sólo debemos tener metas o planes a corto plazo y para mí, hablar de éstos sería proyectar máxime a un año de distancia, y de acuerdo al psicólogo Humberto Guajardo Acuña, es recomendable, al finalizar e iniciarse un nuevo año, "hacer una lista de propósitos es una actividad positiva. Siempre es necesario que la gente establezca metas", y como menciono, de mi propia cosecha: "debemos tener la constancia de ser constantes", y sobre viento y marea, llevar a cabo esa lista de propósitos y que no los abandonemos a las dos o tres semanas de haber iniciado el año, pues hay que estar consciente que "todo aquello que vale la pena en la vida, tan sólo se logra con una voluntad férrea y para esto no importa la edad. Ya que ésta tan solo es importante si eres un queso o un vino.

Hay decenas, cientos de ejemplos en todas las actividades de la vida que tan sólo se logran a base de tenacidad, dedicación, una voluntad férrea a prueba de cualquier eventualidad y mucho, mucho coraje para cristalizarlas. Varios de ellos los pone como ejemplo el señor Recaredo, tales como la del filósofo Goethe, quien terminó de escribir su "Fausto" a los 82 años; Tiziano a sus 98 años seguía pintando sus obras maestras; Tomás Alva Edison, orgullosamente nacido en Sombrerete, Zacatecas, a sus 83 años continuaba realizando nuevos inventos y yo agregaría a los cientos de adultos mayores quienes en el invierno de su vida obtuvieron los codiciados premios Nobel, ejemplos para todos nosotros que aún podemos distinguir en algunas de las ramas de las ciencias y del deporte, como aquel corredor que participaba en su maratón número once al llegar al centenario de su nacimiento.

Por otra, recordemos los muchos beneficios que obtenemos con el solo hecho de traspasar los primeros sesenta años de edad.

Para finalizar, un fragmento de aquel mensaje que nació a raíz de mi jubilación titulado: "Misión cumplida", y que dice:

¿Qué ya formo parte de una generación que llaman de la tercera edad? ¿Qué ya puedo afiliarme al Instituto Nacional de la Senectud y recibir sus beneficios? ¡Es cierto!, sin embargo, que gran satisfacción que nos reconozcan la virtud, el privilegio, el orgullo de haber llegado a esta edad, no obstante, creo, y seguro estoy de ello, que los que orgullosamente llegamos o pasan los sesenta años, correspondemos a una generación de adultos en plenitud, Sí, ¡en plenitud!, aún con mucha energía y entusiasmo por dar más de nosotros, de trasmitir las experiencias vividas y acumuladas a través de seis décadas, servir de mil formas a nuestra sociedad, a nuestro país y ser ejemplo para las nuevas generaciones.

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