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Atentado Turquia

Turquía busca a los culpables

LA TENSIÓN ENTRE LOS CIUDADANOS Y EL GOBIERNO ES MUY ALTA

Dolor. Miles de ciudadanos salieron a las calles para sepultar a las 95 víctimas del atentado del sábado.

Dolor. Miles de ciudadanos salieron a las calles para sepultar a las 95 víctimas del atentado del sábado.

AGENCIAS

Todas las pistas del atentado de Ankara señalan a las redes yihadistas en Turquía, pero el Gobierno islamista aún no ha indicado oficialmente una sospecha de autoría concreta, aparte de prometer luchar contra todo tipo de terrorismo, incluyendo el kurdo y de la extrema izquierda.

Lo que sí parece ya oficial es que el atentado fue perpetrado por dos hombres que se inmolaron ayer entre la muchedumbre congregada para iniciar una marcha por la paz en el país eurasiático.

Así lo confirmó ayer el primer ministro, Ahmet Davutoglu, en una entrevista con el jefe de la oposición, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, según relató este último a la prensa.

"Me han dado información sobre el atentado; entenderán ustedes que no puedo dar detalles. Me dijeron que había dos atacantes suicidas, ambos varones. Sin embargo, no han nombrado ninguna organización", declaró Kiliçdaroglu.

Numerosos analistas han subrayado la enorme similitud de este atentado con el ocurrido en Suruç, el 20 de julio pasado, en el que murieron 33 activistas de la izquierda prokurda.

En aquella ocasión, un joven ciudadano turco, que había pasado por los campos de entrenamiento del Estado Islámico (EI) en Siria, se inmoló con una carga de TNT reforzada con bolas de acero para aumentar el efecto mortífero, exactamente igual que en Ankara.

La policía incluso ha podido determinar que el explosivo usado el sábado es del mismo tipo, aseguró ayer la cadena CNNTürk.

Además, según el diario "Cumhuriyet", poco antes de la explosión se escuchó gritar a alguien "Dios es grande", al igual que sucedió en Suruç, frase poco habitual en el ambiente de la izquierda laica que se había congregado para esa marcha.

Basados en estos indicios, la izquierda ha acusado directamente al Gobierno de inducir o, a menos, permitir el atentado, dada la ausencia de medidas contundentes contra el extremismo islámico que se expande por el país.

También Kiliçdaroglu pidió al primer ministro que haga dimitir o destituya a los titulares de Interior y Justicia por su incapacidad de prevenir la peor masacre en la historia de Turquía.

Aunque la Policía turca asegura que lucha contra las redes de apoyo al Estado Islámico, muchos activistas señalan que cualquier reunión de la izquierda sufre más vigilancia y acoso que las actividades de abierta captación de yihadistas y recuerdan que el autor de la masacre de Suruç tenía incluso antecedentes policiales.

La Policía arrestó ayer al menos 22 personas en las provincias de Adana, Esmirna y Konya en una redada dirigida contra las redes del EI, aseguró el diario Evrensel, pero no se ha aclarado aún si la operación tiene relación con el atentado.

Tampoco sentó bien en la oposición la insistencia de Davutoglu de dedicar los tres días de luto nacional, iniciados ayer, no sólo a los fallecidos en la masacre sino a todas las víctimas del terrorismo, incluyendo expresamente a los soldados y policías caídos en el combate contra la guerrilla kurda.

Este discurso parece buscar un contrapeso a la tragedia causada en una manifestación de la izquierda, apelando al voto nacionalista, tres semanas antes de las elecciones.

Además, Davutoglu sólo ha invitado a un diálogo nacional a los dirigentes del socialdemócrata CHP y el nacionalista MHP, que declinó la oferta, pero excluyendo a Selahattin Demirtas, dirigente del HDP, el partido cuyos simpatizantes fueron el blanco del atentado del sábado.

Los convocantes de la marcha, dos sindicatos de la izquierda, el colegio profesional de médicos y el de ingenieros han convocado una huelga para hoy y mañana, en protesta por lo que consideran la responsabilidad gubernamental en la tragedia.

El abismo entre Gobierno y HDP se muestra incluso en la guerra de cifras respecto a los fallecidos, ya que el partido izquierdista afirma que se han podido identificar 120 víctimas, aparte de 8 cadáveres aún no determinados.

La oficina del primer ministro colocó ayer el saldo en 95 muertos y aseguró que 65 personas siguen bajo cuidados intensivos, pero no ha actualizado el número de muertos.

Crece tensión

A sólo tres semanas de las elecciones generales anticipadas, crece en Turquía la tensión entre el Gobierno islamista y la izquierda prokurda tras el sangriento atentado de Ankara este sábado.

La ciudadanía está fuertemente impactada por el peor ataque terrorista en la historia del país, que dejó probablemente más de cien muertos -95 según las cifras oficiales, 128 según la oposición- y más de 500 heridos en el centro de la capital.

Muchos acusan al Gobierno de los hechos, sobre todo por no asumir parte de la responsabilidad ante la más reciente espiral de la violencia que sacude el país desde julio.

Decenas de miles de personas salieron a las calles después del atentado para expresar su malestar, no sólo en Estambul sino también en otras ciudades, como Esmirna.

Pero el ministro del Interior turco, Selami Altinok, lejos de dimitir tras el ataque de ayer, ni siquiera reconoció un problema de seguridad en el país.

Desde la oposición recuerdan que el atentado parece ser el tercero en una serie que empezó con bombas en un mitin del partido de la izquierda prokurda, el HDP, en Diyarbakir, donde murieron cuatro personas dos días antes de las elecciones del 7 de junio pasado.

El segundo incidente fue la masacre de Suruç, en el sur de Turquía, cometida por un suicida contra una asamblea de jóvenes activistas prokurdos, y que dejó 34 muertos.

En ambos casos, los responsables parecen ser yihadistas turcos entrenados por el Estado Islámico (EI), y el método empleado en Ankara, cargas de TNT reforzadas con bolas de acero, que coincide con el de Suruç, hace pensar que es el tercer caso de una guerra de yihadistas turcos contra la izquierda prokurda.

A ojos de la oposición, el Gobierno dirige muchos más esfuerzos a acosar, detener y encarcelar a activistas de la izquierda que a perseguir las redes yihadistas.

El diario opositor Cumhuriyet aseguró ayer que el presidente, el islamista Recep Tayyip Erdogan, ha convertido el país en "un baño de sangre", sólo para poder construir un sistema presidencial.

Los opositores denuncian que Erdogan impulsa las elecciones en noviembre para que el AKP pueda reconquistar la mayoría absoluta perdida en junio, sobre todo por el éxito electoral del HDP.

Algunos incluso acusan a Erdogan y al AKP de fomentar la crispación, con el objetivo de hacerse con el voto más nacionalista.

Así, los islamistas esperan alcanzar la mayoría que les permita cambiar la Constitución y darle a Erdogan una presidencia con atribuciones ejecutivas y no sólo protocolarias como hasta ahora.

Desde las elecciones, el escenario político en ha cambiado con la ruptura del alto el fuego unilateral de la guerrilla kurda.

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