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¡Quo vadis!

JULIO FAESLER

La conclusión hace unos días de las negociaciones del TPP en que México participa, podría marcar un nuevo hito en el devenir industrial de nuestro país.

El comercio exterior de México fue elemento fundamental de la economía nacional mucho antes del Grito de Independencia de 1810. La exportación de la Nueva España de plata y oro, algodón, henequén para jarcias o la de especias definió su gran importancia en el tablero económico de esos tiempos. Elemento sustancial del erario público fue la recaudación de los aranceles que se convirtió en el sustento del gobierno virreinal.

La función hacendaria del comercio exterior habría de seguir todo el siglo XIX. La invasión tripartita en 1862 se concertó para confiscar la recaudación aduanera de Veracruz.

Una segunda etapa del comercio exterior se inició con el Sigilo XX con la incipiente industrialización del país para desarrollar una producción nacional capaz de satisfacer la demanda de consumo de una creciente población. Se trataba de promover la producción nacional protegiéndola incluso con controles a la importación, donde el comercio exterior fue medio para el desarrollo de recursos nacionales y la creación de empleos a fin de crear un mercado interno suficiente.

Este período pronto fue sustituido en el último tercio del siglo XX por un programa de extensa actividad armadora que con la industria petrolera fue el sostén de la economía nacional. La etapa de empresas armadoras en la que aún estamos, crea el empleo que la industria y la agricultura no aportan.

Hoy día hemos llegado al punto en que el crecimiento de México debe superar el carácter meramente inercial y convertir al comercio exterior como vigoroso estímulo de la economía nacional, creando e integrando las cadenas de producción que converjan en la gran gama de productos manufacturados terminados que somos capaces de fabricar. Mientras esto no se logre, la economía mexicana, en lo que a producción industrial se refiere, no podrá considerarse madura y continuará dependiente de los insumos del exterior, y por lo tanto, de las decisiones de las empresas internacionales que hospedamos.

Vale mencionar que la dependencia de la agricultura de los insumos extranjeros que requiere no es preocupante en términos de estrategia económica ya que, como lo habían entendido los antiguos fisiócratas, esta actividad procede de la ingente fuerza de la naturaleza donde el esfuerzo humano es mera colaboración.

El desarrollo nacional de México como el de cualquier país se alcanza mediante la integración de recursos materiales a través de la planeación y vigor empresarial.

México se encuentra en el momento de desarrollo en que puede rebasar su simplísima destreza para el ensamble. Hemos llegado al punto en que puede diseñar y producir sus propios componentes y articular su debida integración en los productos terminados que son los eslabones finales de las cadenas de producción que requerimos.

Una mayor integración de la producción industrial de México es posible por la disponibilidad de la fuerza laboral, incrementada ésta por el crecimiento demográfico, pero que las armadoras no ocupan. Este excedente laboral es la gran reserva con que contamos para proseguir en el proceso de llevar a un mayor nivel la capacidad productiva hoy detenida en la fase ensambladora o de maquila.

El dilema es mantener el potencial laboral de México a su actual grado de aprovechamiento, o decidir llevarlo a los siguientes niveles para fabricar los componentes que ahora traemos de fuera. El avance hacia nuevas áreas en las que produzcamos los componentes que requerimos abre las puertas hacia su exportación a los mercados internacionales donde encontraremos como clientes, a los cientos de plantas maquiladoras que también las requieren.

¿Hacia dónde vamos con el TPP? La apertura de mercados como los del sureste asiático que ahora esperamos para vender productos mexicanos, debe centrarse pues en surtirlos de los componentes que nosotros estamos capacitados y a cambio, seguramente, de los que ellos nos enviarán. Si la globalización provoca la instalación de más plantas ensambladoras, estemos listos para venderles las partes y componentes que todos necesitamos.

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