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Ni panacea ni pandemonio

FEDERICO REYES HEROLES

El análisis tiene por lo menos tres niveles. El primero, quizá el menos atractivo para el ruido, pero de fondo, es el de los principios. La batalla de Jorge Castañeda ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos expandió los derechos políticos de los mexicanos.

El voto activo, votar, y el pasivo, ser votado, estaban limitados. El requisito de la postulación partidaria subsumía los derechos individuales a las burocracias partidarias. En sí mismo, eso fue un enorme avance. La legislación mexicana tuvo que adaptarse a los criterios de la Corte Interamericana. De ese logro doctrinal hoy se habla poco.

El segundo nivel de análisis nos lleva al impacto que en la calidad de la democracia tienen esas candidaturas. Son muchas las aristas. Sabemos de la decepción de los mexicanos con democracia, alternancia incluida. Los partidos aparecen sistemáticamente en el nivel más bajo del reconocimiento ciudadano. La más reciente versión del Latinobarómetro es demoledora. Hay un abismo entre gobernantes y sus gobernados. Los independientes son un factor de presión para que los partidos postulen a personas con reconocimiento ciudadano. Eso en México, en este momento de nuestra democracia, es muy útil. No son un instrumento de carácter universal. En un espléndido artículo de Luis Carlos Ugalde y Said Hernández Quintana (ESTE PAÍS, Julio 2015) se explican las coordenadas mexicanas.

Las cifras muestran que en democracias consolidadas como Canadá, Nueva Zelanda, España, Estados Unidos, Reino Unido, Finlandia, Alemania, Bélgica y otros, son una figura marginal, 1 % o menos. Los campeones en candidaturas independientes son Rusia y Pakistán con más del 40 %, ninguno un ejemplo a seguir. Fujimori y Collor de Mello fueron independientes. Normalmente esas candidaturas son exitosas en los órdenes de gobierno más cercanos a la población, alcaldías, diputados locales en distritos pequeños. El contacto y conocimiento personal les facilita el camino. Los medios de comunicación son prescindibles.

Si bien es cierto que las ideologías están de retirada, hay casos de "travestismo" como el de Baja California Sur o Tlaxcala donde los partidos se han convertido en juguetes de los intereses personales o grupales. La posibilidad de candidaturas sin partido puede frenar esta degradación. Héctor Aguilar Camín ha hablado de una "marea" de independientes. En 2015 para los 8,711 puestos en disputa se presentaron 509 personas de las cuales sólo 123 lograron el registro. Hubo seis victorias, tres alcaldes, un diputado local, uno federal y un gobernador. La expresión "marea" podría referirse al futuro pues los ganadores obtuvieron del 38 % (Kumamoto) al 49 % en Nuevo León de la votación. Porcentajes muy altos. De allí la reacción en doce entidades por poner obstáculos a los independientes.

La encuesta BGC-Excélsior de ayer es muy reveladora del hartazgo: 81 % de la población está de acuerdo con la figura. Un crecimiento asombroso. Sin embargo el mismo estudio muestra un gran rechazo a los desertores de partidos políticos. El hastío hacia la "partidocracia" está vivo. Pero ese sentimiento puede generar aberraciones jurídicas como la de exigir la abstinencia de militar por cierto tiempo. Tres han sido los obstáculos centrales para atajar a los independientes: limitar la militancia, elevar el porcentaje de firmas requeridas y el tiempo. Pascal Beltrán del Río ha hecho cuentas de los miles de firmas que tendría que juntar un candidato en un día para cumplir lo demandado en algunas entidades. El piso parejo supone no tratar a los independientes como si tuvieran una maquinaria partidista detrás.

De ahí la relevancia de la postura de Acción Nacional que busca normar esos requisitos y establecer 0.5 % como piso general y tiempos razonables. También tendrá que estudiarse con cuidado el acceso a tiempos de radio y televisión. Un tema delicado es cómo garantizar total transparencia en los recursos públicos y privados que estarán detrás de los independientes. Dos riesgos están en el horizonte, el más evidente es el narco. El segundo es más sutil: la plutocracia. Los grandes capitales podrían encontrar en la figura un útil instrumento para imponer gobernantes. Ni panacea ni pandemonio, los candidatos sin partido son un nuevo contrapeso al candado en manos de los partidos. Las "cuotas y cuates" a las que refirió con toda claridad Carlos Elizondo. Toda democracia necesita partidos fuertes y cercanos a la población. Los independientes son un acicate para el caso mexicano.

El último nivel de análisis es el de la especulación sobre los independientes en el 16 y el 18. La iniciativa no nació ni en contra ni a favor de nadie. Esa especulación puede dañar la sana intención inicial del desplegado: denunciar el bloqueo.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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