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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

¿Qué es lo que realmente compartimos los mexicanos? Una revisión de los proyectos educativos de la Reforma del Siglo XIX a la fecha, permite ver un afán sistemático por desaparecer la diversidad. El origen indígena y el desconocimiento de la lengua castellana, por ejemplo, fueron expresamente combatidos bajo la convicción de que eran culpables de la falta del "progreso" de México.

La cuestión de "nuestra identidad", como asunto central de la enseñanza, llegó con José Vasconcelos bajo la lógica de que, sin un sentimiento de unidad, el país jamás prosperaría. El problema de toda identidad (matemáticamente A = A) radica en resolver a qué se debe ser idéntico. Y si bien la respuesta vasconcelista apelaba a "la raza cósmica", su modelo para mostrar la superioridad latinoamericana no se apartaba de la admiración por los europeos: Estábamos destinados a consolidar el proyecto de Ilustración cuyo fracaso comenzaban a reconocer las mentes más avezadas en el viejo continente.

Pero no, la falta de una comprensión profunda de lo que implicaba aquel modelo hizo que los intentos por imponer el Iluminismo resultaran aún más fallidos que en su contexto original, lo que no implicó que se siguiera luchando contra la diversidad pero, ahora de una forma más sofisticada expresada con frases como: "Cada quien tiene su verdad".

"Todos somos iguales, porque somos diferentes", es una sentencia perversa que nos dota de una identidad falaz que sólo sirve para justificar el individualismo profundo que sostenemos como modelo de vida. Desde esa perspectiva, concentramos nuestra atención en las diferencias - que efectivamente tenemos - y las magnificamos, para alejarnos del compromiso que está vinculado al reconocimiento del otro como "uno que es como yo".

La piedra angular de todo modelo político, económico, educativo, social y cultural que haya sido exitoso en la historia de la humanidad ha sido la convicción, entre los involucrados, de que tienen algo común. La férrea lucha por defender nuestra individualidad nos está apartando del camino.

No estoy a favor de eliminar las diferencias, pero el foco debe estar en encontrar aquello que nos une siendo distintos.

Es tiempo de hacerse eco de las palabras que Raúl Sendic atribuía a su padre: "Si nos ponemos a discutir sobre nuestras diferencias, nos podemos pasar toda la vida discutiendo. Si nos ponemos a trabajar sobre nuestras coincidencias, vamos a pasar toda la vida trabajando".

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