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De 'Estado fuerte' a Estado lamentable

Agenda ciudadana

LORENZO MEYER
"En su tiempo, las instituciones creadas y manejadas

por el viejo sistema parecían fuertes.

al sobrevenir el cambio mostraron todos

sus defectos y los responsables de reconstruirlas

prefirieron parcharlas y sólo a algunas".— Lorenzo Meyer

A mediados del siglo pasado el Estado mexicano daba la apariencia de gran fortaleza. La dupla Estado-régimen autoritario que se afianzó a partir de los 1940 se creía una de las más sólidas del mundo periférico.

Los indicadores de la supuesta firmeza los encabezaba la estabilidad. Las últimas rebeliones de importancia habían tenido lugar al final de los 1920: la cristera y la de un grupo de generales encabezados por José Gonzalo Escobar. A partir de 1935 -cuando se acabó el poder paralelo del expresidente Calles- la centralización del poder en una presidencia sin contrapesos fue en aumento y al concluir los 1950 los poderes legislativo y judicial, los gobernadores y los líderes del partido de Estado y los de las organizaciones de masas actuaban ya como meros subordinados del presidente en turno. Las organizaciones empresariales, la iglesia y la prensa tenían una independencia relativa y pocas veces se confrontaban con "el señor presidente".

El Talón de Aquiles: sin embargo, si bien en el área política el Estado mexicano parecía fuerte, en materia fiscal no podía recaudar la proporción del PIB que requería. Mientras en 1950 el fisco norteamericano absorbía el 13.6 % del PIB, el mexicano apenas si recaudaba el 6.9 % (Hernández Trillo, Fausto en Sandra Kuntz, (coord.), Historia general económica de México, 2010, p. 583).

Lo interesante es que pese a la pobreza relativa de ese erario, pero gracias al régimen autoritario y a un mercado interno protegido, el Estado de la época era el rector de la economía. Al inicio de los 1960 el gasto público en proyectos económicos había superado al administrativo y social. Y aunque en 1970 la inversión privada era el doble que la pública, esta última tenía un carácter estratégico y llevaba la batuta. El Estado controlaba directamente la industria energética, los ferrocarriles, la construcción y administración de la infraestructura y entre 1949 y 1981 el PIB creció al 6.38 % en promedio, con poca inflación y mucho intervención sobre las negociaciones entre sindicatos y capital.

Fue entonces que el Talón de Aquiles de las finanzas públicas, su baja recaudación -problema que databa del siglo XIX- empezó a mostrarse. Para mantener su primacía económica, el Estado echó mano del endeudamiento en grande y del superyacimiento petrolero de Cantarell, pero finalmente la gran crisis económica de 1982 y la presión del neoliberalismo mundial derrotaron su esfuerzo. La privatización y el libre comercio que siguieron le arrancaron la dirección de la economía.

Crisis Múltiples. La crisis de la deuda de 1982 dio por resultado una desaceleración del crecimiento económico que lleva ya 33 años. Del crecimiento promedio del 6 % anual se pasó a apenas algo más del 2 %. La carencia de un desarrollo sustantivo abrió la puerta para que la crisis económica se expandiera al campo político -división del partido de Estado, fraude electoral de 1988, asesinato del candidato presidencial, neozapatismo y fin del monopolio político del PRI en 2000.

El Estado Lamentable. En los 1950, las instituciones estatales parecían fuertes debido a que su corrupción estaba controlada por el poder central. Los narcotraficantes operaban subordinados por entero a los gobernadores y a los aparatos de seguridad. El crimen se cebaba en los sectores populares, pero la clase media vivía relativamente tranquila y la alta requería de pocos guardaespaldas, las movilizaciones populares eran pocas y al final suprimidas -1968 es el caso paradigmático-, la izquierda revolucionaria fue objeto de una "guerra sucia" y derrotada, los grandes poderes económicos actuaban, para citar la famosa frase del "Tigre Azcárraga", como disciplinados "soldados del presidente" y en materia de política exterior México proyectaba la imagen de un país con "independencia relativa".

Hoy, el crimen organizado ya rebasó a un Estado que no puede ni elaborar argumentos creíbles para explicar la desaparición de 43 estudiantes, dos veces se evade de cárceles de máxima seguridad un gran capo, aparecen autodefensas en Michoacán y Guerrero, la pobreza crece en vez de disminuir, los "poderes fácticos" retan con efectividad a la autoridad y la corrupción institucional brota y en público por todas partes.

Hipótesis. Los desajustes en el modelo económico de los 1970 y 1980 produjeron una crisis del régimen político posrevolucionario y finalmente desembocaron en una del Estado. Y es que la centralización presidencialista y de partido "invencible" que se dio entre 1935 y 1988 resultó incompatible con la creación de instituciones fuertes. Ese sistema no permitió un legislativo autónomo, un poder judicial independiente y profesional, un verdadero servicio civil de carrera, una contraloría capaz de controlar la corrupción, etcétera. Cuando las circunstancias obligaron al viejo autoritarismo a cambiar, de inmediato afloró todo lo carcomido de la estructura institucional y los responsables del proceso no se atrevieron a intentar su reconstrucción. Por eso hoy tenemos, entre otros problemas, escándalos constantes de corrupción e impunidad, mediocridad administrativa, economía estancada, miles de desaparecidos, desconfianza generalizada frente a las estructuras de gobierno, elecciones sin credibilidad o política exterior al garete. En suma, por eso tenemos hoy un Estado lamentable, un régimen político amorfo y una administración sin brújula.

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