El vigor que inflama la mano para asestar el golpe, que lo catapulta a un destino intuido, que lo acompasa, está concitado por las palpitaciones de la idea; pero solamente reconoce su origen en el espíritu, el que le nutre de aliento y voluntad. Es en el entusiasmo de lo espiritual donde la obra de arte se concibe y cobra vida.
De esta manera es que el libro Mathias Goeritz. Ecos y laberintos, escrito por la investigadora Laura Ibarra García y editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, esclarece la obra y la persona del célebre artista plástico.
Aproximación íntima a los motivos del arte que, cuenta Laura Ibarra García, inició cuando el director del Instituto Goethe de Guadalajara, le pidió que tradujera unos documentos del alemán al español que se encontraban en el Instituto Cultural Cabañas. Eran nueve cajas que como descubrió, contenían el archivo personal de Mathias Goeritz, donados por su última compañera, Ana Cecilia Treviño.
"Silenciosos testigos de su existencia", los documentos que provocaron este libro son la entrada hacia el laberinto estéticamente personalizado del creador de origen alemán.
En 1948, relata Laura Ibarra García, el arquitecto Ignacio Díaz Morales viajó a Europa buscando maestros dispuestos a viajar a México para dar clases en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara. Tres mexicanos, Ida Rodríguez, Alejandro Rangel y Josefina Muriel le recomendaron a su maestro, Mathias Goeritz. En octubre de 1949, Goeritz y Marianne, su mujer, desembarcaron en Veracruz y dio inicio la historia del artista en este país.
Mathias Goeritz. Ecos y Laberintos, es el libro que recoge y recupera los laberintos y los ecos de un artista metafísico, para quien la rebelión del Dadá contra la incredulidad, la ley interior de la fe, la forma y el color, lo metafísico, la experiencia emocional, la línea que con su modestia crea el mundo, era el arte.