Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Mi esposa y yo plantamos estos durazneros.

Nosotros éramos jóvenes, y ellos eran niños.

Los trajimos de San Lucas, en el vecino Nuevo León, y luego la mano sabia de don Jesús, el padre de mi mujer y segundo padre mío, los injertó con podas del Potrero, que tiene fama en toda la Sierra de Arteaga por el sabor de sus duraznos.

Otra vez los árboles nos regalaron este año sus sabrosos frutos.

Tomo en mis manos un durazno, y es como tomar el mundo. En él está toda la creación de Dios: El agua, el Sol, la tierra. También estamos nosotros, el hombre y la mujer, con nuestro trabajo y nuestro amor.

Me da pena morder este durazno. Su perfección es tal, tan grande es su belleza, que morderlo es como destruir una obra maestra. Pero la tentación es mucha y la voluntad es poca. Muerdo al fin este fruto de terciopelo y miel, y me lleno de Sol y agua, y siento el latido de la madre tierra.

Bendito sea este durazno y quien lo hizo. Cuando me llame le llevaré un durazno del Potrero, y de seguro me admitirá en su paraíso.

¡Hasta mañana!...

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