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Contaminación atmosférica y un caso exitoso poco común

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Me encontraba leyendo sobre la contaminación atmosférica en Sao Paulo, Brasil, cuando por la rejilla de la refrigeración de la habitación donde me encontraba empezó a entrar un olor anormal diferente a los que ya estamos acostumbrados. Eran alrededor de las 12:30 A. M., hora en la que la mayoría de la gente se encuentra durmiendo, y como ya sabemos, en ese estado difícilmente nos daríamos cuenta de lo que estamos respirando. No dudé en pensar que en alguna parte se estaba liberando uno de esos contaminantes a la atmósfera, aprovechando la hora y la oscuridad de la noche.

Aunque podía ser cualquier cosa, el indefinido olor, por momentos próximo a plástico quemado, generó en mí una sospecha y desde luego la impotencia de no poder hacer nada, estás expuesto y si se trata de un tóxico, entonces, entra en juego la teoría de las probabilidades que asocia a muchos factores, entre ellos tu estado de salud y fortaleza para enfrentar tales alteraciones de la calidad del aire que respiramos.

Quizá el estar leyendo sobre el "Valle de la Muerte", o el Área del Gran Sao Paulo, en donde los efectos de la contaminación del aire sobre los residentes ilustra el drama de lo que puede pasar cuando no se toman en cuenta los costos sociales de la industrialización y del uso del vehículo, me puse sensible y observador a una contaminación que ocurre cotidianamente en el barrio donde vivo.

El Área del gran Sao Paulo es famosa por ser una de las zonas metropolitanas más contaminadas del mundo, pero también por tener más del 40 por ciento de la industria del Brasil y una alta densidad demográfica, más de 11 millones de habitantes que llegó a crecer a un ritmo del 6 por ciento anual. En esta zona, lo mas común es que los niveles de contaminación del aire rebasaran las normas máximas aceptables, las emisiones de toda el área llegaron a ser de aproximadamente 7,000 toneladas diarias, tres cuartas partes de éstas son responsabilidad directa de los vehículos automotores y el resto de la industria.

Una gran cantidad de estudios sobre el impacto en la salud de las personas, se han llevado a cabo desde la década de los setenta, período en el que la contaminación atmosférica hizo crisis en muchos países. En Sao Paulo por ejemplo, se encontró una estrecha correlación entre la contaminación de dióxido de azufre y las muertes a causa de enfermedades respiratorias. En la misma zona, se estableció una relación entre el nivel promedio de contenido de plomo en sangre de los residentes y el nivel de contaminación del aire en diversos municipios. Actualmente, el Área del Gran Sao Paulo, sigue siendo conocida como el Valle de la Muerte, porque los intentos de limitar la contaminación del aire no han prosperado.

Un caso de éxito inusitado, que se adelantó a su tiempo, ocurrió en Singapur. Como muchas otras ciudades, padecía de los efectos de un creciente número de vehículos sobre su medio ambiente: congestionamiento de tráfico, contaminación del aire y daño a la infraestructura vial, son sólo algunos de sus padecimientos.

Para resolver esto, en 1975 Singapur se propuso reducir de un 25 a un 30 por ciento el tráfico en el centro de la ciudad en las horas pico: específicamente, la ciudad se planteó reducir el uso del automóvil en ciertos lugares a determinadas horas, sin afectar la economía de los negocios, a través de un método práctico económico y de un ofrecimiento atractivo de transporte a las personas que optaran por dejar su automóvil.

A las personas que circulaban por el centro en horas pico se les exigió que compraran una licencia especial, se elevaron las cuotas de estacionamiento en horario diurno y se estableció un programa de "estaciónese y viaje" para apoyar a aquellas personas que dejaran su auto fuera del centro y se transportaran en los camiones puestos para cumplir con este propósito. A las vehículos que transportaran al menos cuatro personas, a las motocicletas así como a las bicicletas, se les excluyó del pago de licencias.

Los resultados rebasaron las expectativas: se logró reducir en un 75 porciento el tráfico en el centro en las horas pico, y no se afectaron las actividades económicas. La proporción de automóviles que circulaban con múltiples pasajeros aumentó y una proporción importante de automovilistas optaron por el transporte público. Los beneficios ambientales no se hicieron esperar, entre otros agentes contaminantes disminuyó notablemente el monóxido de carbono durante las horas en las que el plan se puso en vigor.

Excelente, no es cierto, un caso exitoso de este tipo en la década de los setenta, cuando se conocía muy poco de movilidad sustentable, o de restricciones en la huella de carbono, o de cualquier otro intento de reducir la actual vorágine, caracterizada entre otros por una movilidad caótica. Nada mal.

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