El Alto Funcionario del Estado le ofreció una disculpa al señor equis.
El señor equis no sabía si aceptarla o no. Si la aceptaba iba a parecer que justificaba la acción por la cual el Funcionario le ofrecía la disculpa. Si no la aceptaba podía ser tachado de incivil.
Guardó silencio, entonces.
He ahí el eterno problema del señor equis.
Siempre guarda silencio.
Por eso los Funcionarios del Estado invariablemente terminan haciendo lo que les da la gana. Después -a veces- se disculpan, pero las disculpas no sirven más que para tratar de disminuir las culpas.
El señor equis, sin embargo, calla.
Y apoyados en su silencio los Funcionarios siguen cometiendo nuevas culpas.
Que me disculpe el señor equis.
¡Hasta mañana!..