'Extraño mi casa...'

Sentada en su silla de ruedas es como Estrellita Faccuse ve pasar las horas, los días, y por lo menos tres años de su vida, aunque ya haya perdido la cuenta. Una caída al salir de casa, la dejó con la cadera destrozada y su corazón también, pues fue la causa por la que ahora se encuentra interna en la Casa del Anciano del Padre Estala, en donde cada día espera la visita de algún familiar.

Aunque tuvo cuatro hijos, sólo recuerda el nombre de su hija mayor, Lucero, quien hasta hace unos años se hacía cargo de ella, pero sus múltiples ocasiones, la obligaron a dejar a su madre en este lugar, situado al poniente de la ciudad, que alguna vez fuera tomado por sujetos armados; hoy las cosas son un poco mejor.

"Tuve cuatro, una mujer y tres hombres, ella se llama Lucero, se me ha olvidado el nombre de los otros tres de la caída que me di", cuenta con melancolía.

Su edad exacta no la recuerda, pero lo que no logra olvidar es su casa, aquella que compartió con Alfonso Serrano, ingeniero de profesión y su gran amor, quien falleció hace más de 15 años.

Estrellita, como le nombran sus compañeras de la tercera edad, defiende la decisión de su hija diciendo que debido a su trabajo, su familia y sus hijos, es por lo que no puede cuidarla, "ella trabaja y tiene sus hijos y a su esposo tiene que atenderlos", dice conteniendo el llanto y resistiendo las ganas de volver a casa.

Y es que asegura que en sus más de 90 años de vida, nunca se había separado de ella, de su casa, "extraño mi casa. Nunca me había puesto enferma porque cuando nacimos mi abuelita era partera y nos trajo a todos al mundo", recuerda vagamente.

De sus hijos dice que sólo atienden el llamado de sus esposas, "trabajan, pero todos se han casado, vienen retirado, porque ya ve ahorita las mujeres mandan", dice mientras una sonrisa se le escapa de su rostro.

Estrellita dice que fue hace unas semanas que sus familiares la visitaron, pero el personal del asilo lo niega, pero no frente a ella.

Cuando eso sucede, Estrellita desea que el día no termine, aunque la visita sea fugaz, "Feliz, encantada de la vida. Como que el día no quisiera que terminada, pero ellos vienen a la carrera porque tiene sus ocupaciones, pues aquí nos atienden bien en lo que cabe", dice con profunda tristeza.

EN EL OLVIDO

Su caso no es el único en este lugar, pues la mayoría de los adultos mayores, sobre todo mujeres que se atienden en la Casa del Anciano, fueron "abandonadas" aquí, "como un mueble viejo", dice la directora Constanza Tobías, hermana de la Congregación de Providencia de Gap, con sede en París, y en el país, en el Estado de México.

"Hay personas que desgraciadamente no son deseadas en la familia y las traen aquí. Hijos que traen a su mamá, sobre todo. Aquí se les hace que no se desentiendan, que aunque se les está llamando y llamando y aunque ellos dicen sí aporto sí aporto, a veces traen otros no. Hacerles entender que no son objetos, que son personas y sobre todo personas que a ellos les dieron todo".

Pero el ambiente que se respira es de cariño y cuidado, aquel que se les negó por envejecer. "Aquí realmente son casos que ameritan más cariño, más cercanía, más apoyo, porque son realmente gente que no lo ha encontrado con los suyos", comenta la directora de la Casa de Ancianos.

La mayoría de las familias que regresan, es sólo para pedir de lo poco con lo que aún cuentan los viejitos que se atienden.

Pese a las carencias que presenta el asilo, siempre hay quien los atiende, los "apapache", les dé de comer y sobre todo, que los escuche y pasen tiempo con las 18 personas, la mayoría de la tercera edad, que se atienden por voluntarias y tres hermanas de la Congregación de Providencia Gap, que fue uno de los mayores deseos del Padre Estala, antes de morir.