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Jubilados

Diálogo

YAMIL DARWICH

El mes de agosto ha sido dedicado a los adultos mayores -aquellos familiares y otras personas con más de 60 años de edad cronológica-, buena oportunidad para revisar nuestros usos y costumbres hacia ellos y dado el caso modificar nuestro actuar para en adelante.

Desde luego que es un grupo poblacional que está creciendo y con ello generando la necesidad de prever sus necesidades de servicios públicos y asistenciales, que requieren por su longevidad.

Aún cuando el reto que nos representa la senectud mexicana y que ha sido advertido reiteradamente, poco se hace para atenderlo oportunamente -nada nuevo en nuestro país y con nuestras autoridades que sólo ven el corto plazo y sus intereses particulares- ya que de cualquier forma nos llevarán a la necesidad de regular la vida social y entender que debemos incluirlos al planear y reglamentar.

Está por demás mencionar los costos que generarán en pensiones, incluyendo la salud.

Hay otros temas que no se consideran, por ejemplo su inclusión en las normas y leyes generales y particulares.

Piense en la necesidad de educación para el cambio, en relación a la circulación en las calles y, sobre todo, la prevención de accidentes que podrán generar por las aptitudes en el manejo. Los jóvenes desesperados y los viejos reaccionando lentamente, pero previniendo.

También piense en los servicios públicos y la falta de previsión para darles apoyo en trámites varios.

Seguramente usted habrá comprobado que muchos de esos mayores tienen poca capacidad para resolver problemas personales en servicios computacionales; lo que es simple para un niño, manejando su "tablet", para un adulto mayor es un mundo diferente y desconocido. El mejor ejemplo lo tuve con un anciano que requería conocer su estado de semanas cotizadas en el IMSS y que recibió como respuesta de una inconsciente, en la ventanilla de servicio: "consúltelo por Internet".

En relación a los centros de diversión y servicios de restaurante también son poco considerados; de hecho, casi no hay espectáculos para los mayores -aún su número no los hace costeables- y en restaurantes deben someterse a largas filas de espera, como los demás.

Las leyes municipales tampoco los atienden suficientemente, aunque habrá que mencionar los importantes descuentos que reciben en pagos de servicios. No existen espacios de espera, menos aún asientos para ellos y, como dialogamos anteriormente, tampoco los empleados están motivados para atenderles.

Pero lo más grave se da en los propios hogares: los abuelos llegan a ser una carga para las familias con sus nuevas formas de vivir.

Para los padres una responsabilidad extraordinaria, que en muchos de los casos es turnada para su cuidado entre los hermanos; los nietos los consideran un estorbo que impide ver televisión o escuchar música en volumen alto porque... "¡vas a despertar al abuelo!"; la respuesta del menor ya usted se la imagina.

No pocos son esquilmados por sus propios parientes y tampoco es extraño saber de casos en los que les quitan su pensión, "al fin y al cabo que no la necesitan y nosotros los mantenemos".

Para las nueras son un verdadero dolor de cabeza que requiere de cuidados extraordinarios, como ver que tome sus medicamentos y hasta asearlo ante la incontinencia de esfínteres. Y tienen algo de razón.

La realidad es que se hacen grandes esfuerzos por recibir a algunos de ellos en los asilos regionales, pero aún en esos centros que presentan graves carencias, no se da la atención integral que requieren esos seres humanos y la comunidad tiende a olvidar que existen, y más aún, no consideran apoyarlos en forma alguna.

Bueno sería encontrar personas interesadas en tomar el reto y atenderlo; crear una ONG que se dedicara a estudiar el problema social que se avecina y presentar propuestas de solución factibles; las universidades regionales tienen en ese campo grandes oportunidades de educación para el servicio, generando en sus alumnos la conciencia de solidaridad y subsidiaridad, verdadera formación integral; los politiqueros, la oportunidad de sobresalir y transformarse en políticos que entienden el fin último de su profesión. Esperemos a ver quién reacciona.

Dice el refrán: "como te veo me vi y como me ves te verás", pero ni en los refranes populares podemos encontrar la receta efectiva para actuar.

Muy bueno que estemos creciendo en humanismo y ahora comprendamos que hay que atender a los animales domésticos y los salvajes, pero bien podrán decirnos "candil de la calle y oscuridad de la casa" cuando olvidamos luchar por esos viejos que nos sostuvieron y cuidaron la economía nacional, regional y familiar.

Espero que usted regale un poco de su pensamiento al caso y si tiene la fortuna de contar con un familiar viejo, que haga una revisión de su actuar y piense si acaso puede hacer un poquito más de justicia hogareña. ¿Qué opina?

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