Cuando miré a este niño vi a mi niño.
Por primera vez vi a Gerardo, el más pequeño de mis nietos, nacido apenas ayer, y en su rostro vi el de Javier, el más pequeño de mis hijos, nacido apenas ayer.
La vida es una canción que se repite. A veces no la oímos –alguna vez no la oiremos ya- pero la canción está ahí, cantándose a sí misma siempre.
Tomo en mis brazos este nuevo canto que es Gerardo y es como si en mis brazos tomara a la vida. Mucha grandeza cabe en esta pequeñez. Cuando tengo a mi nieto entre los brazos la vida me tiene a mí en los suyos. Los dos, el niño y el viejo, somos frágiles. Los dos, el viejo y el niño, somos eternos.
¡Hasta mañana!...