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Hasta siempre, Majestad

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"Ninguna forma de gobierno existente, ninguna forma de gobierno que haya existido nunca, da o ha dado una proporción tan grande de libertad individual como una monarquía constitucional, en la que la corona ha sido despojada del poder político directo"— Anthony Trollope

Inmersos en las preocupaciones de la aldea global y los anales del siglo veintiuno, a los reyes los miramos como objetos decorativos que sirven para engalanar las páginas de las revistas del corazón; nos causan una mezcla de admiración, suspicacia y ese tufo anacrónico y demodé que irremediablemente remite a otros ayeres.

Como nunca, los ciudadanos que votan, pagan impuestos y a duras penas sobreviven los embates y resabios de la crisis económica de 2008, se cuestionan la conveniencia de preservar y mantener vigente una tradición milenaria cuyo propósito -aún en las naciones más avanzadas y tradicionalmente monárquicas- no resulta del todo claro.

En un país como México, donde pese al transcurso de más de quinientos años de historia persisten las heridas propias de los pueblos conquistados por España, y al posterior yugo virreinal al que fuimos sometidos, asimilar el propósito y entender el rol que juega un monarca, no es algo fácil.

Sin embargo, calmadas las pasiones que preceden a una noticia inesperada y de tal magnitud como lo es la abdicación de Juan Carlos I y aunque la institución en su conjunto se encuentre en entredicho, estoy seguro que habremos de revalorar en su justa proporción el legado que a España y a la defensa de sus instituciones, deja Juan Carlos I de Borbón.

España es hoy una democracia sólida cuyas enormes conquistas en dicho sentido, no podrían ser entendidas sin la figura de Juan Carlos I. A mediados de la década del setenta y tras la muerte de Francisco Franco, el nobel Rey emprende una cruzada personal y empeña todo el capital político que entonces tenía, en pro de la consolidación institucional y cediendo mucho de su poder en la figura de un presidente de Gobierno democráticamente elegido.

A la juventud española y a las nuevas generaciones, esas que cada día viven en carne propia las angustias y tribulación de la crisis, el desempleo, y languidez de un futuro que en palabras de José Luis Cebrián "no es lo que era antes", les estaríamos exigiendo demasiado al pedirles que recuerden, no al rey avejentado y salpicado por los escándalos que el lunes abdicó a la Corona, sino al Juan Carlos I de otros tiempos, el de hace treinta años, que defendió a ultranza y a expensas de su integridad personal, la libertad de la que hoy gozan.

"Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las Autoridades Civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente", dijo el Rey por televisión y en red nacional la noche del 23 de febrero de 1981 desde su despacho del Palacio de la Zarzuela, tras la intentona militar golpista en el Congreso de los Diputados.

Con su actuar firme y decidido durante las horas en que España fue rehén del fallido golpe de estado, Juan Carlos de Borbón evitó que el sueño de una joven democracia se truncara. Fue esa noche cuando se convierte en "Rey de todos los españoles" y es así, hoy que se va, como pretendo recordarlo.

Sintomático de los hombres de poder, el rey de España fue uno de luces y sombras, de momentos brillantes, y otros profundamente penosos. Juan Carlos I, antes de ser el de los periplos a África, las amantes de ocasión y los abusos cometidos por su yerno, ha sido muchas otras cosas.

No se puede, ni debe, reducir y juzgar el paso de su nombre a la historia, a partir de los acontecimientos de los últimos años.

Inconmensurable, así es el legado que deja Juan Carlos I a su pueblo, a España. Y sí, a pesar de los pesares reinó contra viento y marea por y para todos los españoles. El tiempo nos demostrará que en el juicio que hoy hacemos del todavía rey, no estuvimos tan equivocados.

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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