Cultura

Iván Martínez muestra su pasión por el detalle en la joyería

Narra que su acercamiento con esta práctica surge de un capricho

SAÚL RODRÍGUEZ

Acompañante del ser humano desde la Edad de Piedra, la joyería ha sido una práctica que ha evolucionado con el transcurso de la historia. Sus significados también son diversos, desde motivos religiosos hasta marcadores de estatus social o simple adorno en la época contemporánea, estos accesorios siguen vigentes.

En este tenor, el joyero Iván Martínez narra que su acercamiento surge de un capricho, de un reto, pues en casa solían decirle que no sabía hacer nada con las manos, que era malo en ese tenor. Educado como diseñador industrial, Iván se empeñó en demostrar lo contrario.

“Usualmente me la vivía frente a la computadora y haciendo esquemas de producción, pero creo que ese comentario que me hicieron me llamó tanto la atención porque era cierto. Decidí demostrarme que puedo hacer algo y que lo puedo hacer bien”.

Pronto, el joyero comprobaría que no se equivocaba. El hito llegó hace cinco años, cuando resultó ganador de un premio de platería en el Museo de Arte Popular de Ciudad de México. Aquello le inyectó una dosis de confianza que no se ha desvanecido, una fortaleza que se traza en sus manos al momento de diseñar alguna joya.

“Realmente me sentía muy nuevo, pero no me dio miedo. Fue como: ‘Vamos a hacerlo. Lo peor que puede pasar es no ganar’, pero pues sí ganamos”.

Iván Martínez es alumno del joyero Armando Suárez, un maestro que domina las artes de la joyería francesa: oro de 18 quilates, piedras preciosas, diamantes, quien tuvo corazón y paciencia para brindar instrucción a su pupilo.

De ahí su constante preocupación por brindar una educación profunda y especializado sobre el oficio, aún teniendo que surcar las aguas de la poca oferta educativa a nivel nacional.

“Esto es una artesanía. No deja de ser un oficio porque tiene todo el tiempo que tiene la humanidad. Pero, al menos en México, nadie se ha dado a la tarea de hacer el registro de una escuela oficial ante la SEP. Lo que hemos tratado de hacer aquí en el taller es dar cursos de joyería para que la gente se pueda preparar de una manera más especializada”.

Proceso

Cada proceso de trabajo en el taller de Iván Martínez es extenso. El punto de partida se instaura en qué quiere decir el diseñador.

“Si voy a hacer un anillo de compromiso, usualmente platico con el cliente diciéndole qué le gusta a ella. ‘No me enseñes el anillo compromiso millonario que quisieras. ¿A ella qué le gusta?’. Si va a ser un regalo para tu mamá, ¿a ella qué le gusta? ¿Qué es lo que ella considera precioso?”.

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Así, cada joya se personaliza según los gustos del portador. Es un registro que permite el sentido identitario y crea el concepto de la pieza.

“Esto es muy importante porque con esta plática yo ya sé qué piedras voy a usar, de qué tamaño, qué corte, qué metales, con qué calidad. Y algo que se nos va a todos es que el oro puede ser de colores. Yo tengo oro blanco, oro amarillo, oro rosa, oro verde, oro azul. La plata puede ser blanca, pero también se puede oxidar y puede ser negra. Esta plática ya me va dando estos conceptos desde antes de llegar a taller”.

Una vez que se funde la pieza se requiere una laminadora para trabajar el metal a los grosores necesarios. Esto depende de lo que se busque diseñar. Luego se pasa a banco, donde se corta y se solda, para finalmente dar acabados pulidos, satinados u oxidados.

Entender los detalles

En este ramo, Iván Martínez comenta que existen diferencias entre un artesano, un platero y un joyero. Desde su definición, el artesano es autodidacta, aprende viendo y su trabajo no se enfoca tanto en cuidar los detalles. El platero basa sus conocimientos en el trabajo de la plata y no suele emplear piedras preciosas como zafiros, diamantes o rubís, sino que emplea cuarzos de formas sencillas. Mientras que el joyero trabaja con un mosaico más amplio de materiales, pues puede emplear oro, plata, platino, piedras preciosas, pues es un maestro de la joyería.

Con esa visión ha dotado de una personalidad propia a su trabajo. Cada una de sus creaciones lleva bien impregnado el sello del joyero, por eso le es difícil elegir alguna cuando se le pregunta por su preferida.

“El que marcó una diferencia en cuanto a mi trabajo y desarrollo como joyero fue un anillo. Conseguí la piedra en bruto, que era un cuarzo azul. Y supervisé la lapidación, que es el corte de la piedra, para que fuera de una talla muy especial. Pude supervisar todo, desde la extracción de la piedra, la lapidación y también hice un engaste muy difícil en joyería, que es de dobla altura en joyería; un tipo de trabajo que es muy fino pero permite que la luz entre por todos lados hacia la gema y realce su tono”.

Practicar este oficio también le ha enseñado a hablar la lengua de cada material. Comenta que la plata es noble y dúctil, viable para trabajarse sobre cualquier superficie ya que no se necesita gran maquinaria. No obstante, también reclama sus caprichos porque “si un día llegas al taller y te sientes enojado o frustrado, no funciona. Es increíble, pero no salen las cosas. La plata resiente esa energía y no sale”.

Por su parte, el oro también es caprichoso, ya que no anuncia el momento de su fundición. “Puedes estar soldando, te distraes dos segundos y ya fundiste una pieza que te tomó tres o cuatro días de trabajo”.

Comenta que los metales y el oro son elementos que no se devalúan y que aumentan su valor tanto económico como simbólico con el pasar de los años.

Iván Martínez fragua así un sueño construido a base de trabajo. Sus objetivos se abren a destinos cada vez más importantes, pues entre sus planes está asistir a la Reunión de Grandes Anticuarios de París.

“Ahora también soy el joyero de la familia. Me dedico a hacerle joyas a mi mamá y me las paga mi papá. Es uno de sus gustos ahora y se agradece. Creo que el demostrarme que podía hacer algo que mi propia familia me decía que no, es una satisfacción personal y soy feliz haciendo lo que hago. Ahora que puedo hacerles joyas a mi familia es muy bonito, creo que es un sentimiento que pocas profesiones me podrían dar”.

Así, cada detalle en su oficio de joyero se torna invaluable, pues se forja con tiempo y amor.

El joyero Iván Martínez narra que su acercamiento surge de un capricho, de un reto, pues en casa solían decirle que no sabía hacer nada con las manos, que era malo en ese tenor. (VERONICA RIVERA)

El joyero Iván Martínez narra que su acercamiento surge de un capricho, de un reto, pues en casa solían decirle que no sabía hacer nada con las manos, que era malo en ese tenor. (VERONICA RIVERA)

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