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Museo del Ferrocarril

Don Macario y la locomotora 1140, una amistad forjada en los rieles

Lira Agüero cuenta con siete décadas residiendo en La Laguna

Lira Agüero cuenta con siete décadas residiendo en La Laguna. (SAÚL RODRÍGUEZ)

Lira Agüero cuenta con siete décadas residiendo en La Laguna. (SAÚL RODRÍGUEZ)

SAÚL RODRÍGUEZ

Los recuerdos le brotan por los ojos a don Macario Lira Agüero, quien a sus 87 años se ha reencontrado en el Museo del Ferrocarril con la locomotora 1140, vieja amiga de su infancia.

De oficio mecánico y con siete décadas residiendo en La Laguna, don Macario no se había animado a ver a su amiga hasta que leyó una nota en el periódico sobre su próximo centenario. Entonces pidió a uno de sus nietos que lo acompañara a visitar el museo.

Oriundo de Nieves, Zacatecas, don Macario migró a temprana edad al poblado de Felipe Pescador acompañado por su madre y hermanos. Corrían los años cuarenta y, en un páramo donde sólo la pobreza es destino, confiesa nunca haber sentido afición por la escuela y preferido jugar entre los trenes que llegaban a la estación.

Macario era entonces un niño de siete años, descalzo y vestido con ropa humilde. Su imaginación se montó en rieles y durmientes, pero también en franelas y trapos, pues solía limpiar la locomotora del maquinista apodado ‘El Elegante’. Esa locomotora, asegura don Macario, era precisamente la 1140 que hoy se exhibe en el Museo del Ferrocarril

“Esta máquina venía de Aguascalientes a Felipe Pescador y el maquinista me conocía a mí. Me decía: ‘¡A ver, límpiame la máquina!’. Se la limpiaba toda, por eso me da tristeza que esté toda aterrada’.

A un par de días de celebrar su centenario con un jolgorio, la máquina 1140 luce empolvada y con algunas telarañas. Esto molesta a don Macario y a ese niño que jugaba en Felipe Pescador. Por su parte, Cinthia Gaspar, directora del Museo del Ferrocarril, comentó que la máquina fue limpiada por última vez en el mes de junio y que el sábado recibirá limpieza profunda para los festejos del domingo.

Con ‘El Elegante’

‘El Elegante’, un maquinista de corta estatura, pelo rizado, con traje y gorra a rayas, quien siempre andaba bien vestido, hacía sonar el silbato del tren seis kilómetros antes de llegar a Felipe Pescador, un pequeño poblado al norte de Zacatecas que justamente es atravesado por las vías del ferrocarril.

El niño Macario escuchaba el llamado y se arrimaba a las vías. Ahí esperaba a que la 1140 llegara a la estación luciendo su copete de humo. Entonces ‘El Elegante’ (de quien nunca supo su nombre verdadero) le aventaba la franela o la estopa para que se pusiera a embellecer el cuerpo de la máquina.

“Me decía: ‘¡Ahí le va! Para que le dé su limpiada porque viene bien aterrada’. Y empezaba desde abajo, todo le limpiaba, hasta adentro”.

El infante se trepaba al cuarto del maquinista. Pasaba la estopa aceitada de lado a lado hasta que todo quedara reluciente. Luego bajaba a terminar el trabajo que podía entretenerlo durante casi una jornada. Así se ganaba uno, trece o veinte centavos que le eran útiles para ayudar en su hogar.

“Con eso tenía pa’ comprar los frijoles, pa’ comprar el arroz, el azúcar. Por eso estaba contento con él porque siempre me ayudaba: ‘Ahí le va, ¡órale! Pa’ que vaya a comprarse un dulce’. Ahora yo no sé si viva, no lo creo”.

Pero el tiempo no pasa en vano y don Macario interrumpe su relato. Atisba algunos detalles en la máquina, luego busca un águila en la trompa, pero no la encuentra.

“Tenía un águila nacional en la farola... un águila nacional pintada y es lo que vine a ver ahorita eso. Me da tristeza”.

Un silencio invade mientras el anciano afronta el sentimiento que llena su rostro. Es una mezcla de dos emociones, por una parte le da gusto reencontrarse con ella, por otra le pesa verla aterrada. “Ya no es como antes”, dice. “No venía tan sucia como está aquí”.

Enseguida don Macario acude al niño que fue y trepa a la locomotora, como si se tratara de sus mejores años. Ahí afirma que aquello era una “chulada”, pero que faltan piezas y que ‘El Elegante’ lo regañaría si la dejara así empolvada. Sin embargo, entre las quejas don Macario hace un movimiento, se estira hasta tocar un cable en el techo y el sonido de la campana le arranca una sonrisa.

“Extrañé mucho a esta máquina porque casi fue donde me enseñé a trabajar”.

El centenario

Será este próximo domingo 12 de septiembre cuando el Museo del Ferrocarril festeje el centenario de la locomotora 1140. El evento será amenizado por la Banda Municipal y la administración del recinto aseguró que la máquina hará sonar su silbato y echará humo simulando un nuevo viaje.

Respecto a las quejas de don Macario, la directora Cinthia Gaspar informó que la locomotora recibe mantenimiento y limpieza de manera trimestral y bimestral, pero acumula polvo por encontrarse al exterior. En un recorrido se pudo observar a miembros del personal dando limpieza a los vagones. Respecto a la 1140, se dijo que el sábado será limpiada para los festejos del domingo.

La locomotora 1140 se construyó en Estados Unidos en 1921. Llegó a México en 1924 y a La Laguna en 1942. A partir de 1971 fungió como monumento frente a la tercera estación de Torreón. Hasta que en 1998 fue trasladada al Museo del Ferrocarril, para fungir como la atracción principal del recinto.

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