Marisa quiere un documento para viajar y extender su permiso de estancia en México. (EL SIGLO DE TORREÓN)
Con la esperanza de recibir un documento que les permitiera viajar a Saltillo sin correr el riesgo de ser detenidas y deportadas, las migrantes de origen hondureño, María Hilda Láynez, su hija Marisa y sus nietas, acudieron a la Procuraduría de la Mujer de Gómez Palacio.
Explicaron una y otra vez que querían el documento, pero el personal les dijo que no tenían la facultad para expedirlo.
Decían que de la Presidencia las habían enviado a este lugar, porque allá tampoco pudieron dar respuesta a su solicitud.
De la Procuraduría las enviaron a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, ubicada a dos cuadras, pero la respuesta fue la misma. La información recibida fue que tendrían que ir a las oficinas de Migración, que están en Torreón. Pasaba de la 1 de la tarde. Las niñas se mostraban inquietas por el calor. Las mujeres reflejaban en el rostro desesperación e impotencia.
El aparato burocrático también es lento en el caso de migrantes o tampoco funciona.
La familia dice que no está por gusto en México, tampoco de vacaciones, como gran parte de los migrantes que hay, o como los nuestros que están en Estados Unidos, están huyendo de la pobreza y de la delincuencia.
"Hasta cinco o 10 muertos tirados en calle vemos todos los días. Nos piden dinero; a mi hermano José le pidieron dinero, no tenía y lo mataron, también a mi sobrino Jairo, ya no se puede vivir en Honduras".
"Nos vinimos en autobús a Guatemala, ahí llegamos a Tapachula (Chiapas) donde estuvimos un año hasta que arreglamos (visa o permiso), nos dieron la visa en noviembre del año pasado, a mi me dieron la residencia aquí en México, porque siempre he vivido aquí, pero mi hija no, quiero que arregle ella", narra María Hilda.
Su hija Marisa y tres nietas son nacidas en Honduras y para ellas es el documento.
La familia no cuenta con seguridad social de ningún tipo. Las hijas de Marisa acuden a la escuela de oyentes. No saben cuánto tiempo estarán aquí, pues en Migración les dieron la misma respuesta.
Marisa, con ayuda de su madre, busca alternativas. No quiere regresar a Honduras, sabe que su deportación sería la sentencia de muerte para ella y sus tres hijas.